Cómo los amigos de la infancia juegan un papel fundamental en el desarrollo de los niños

Imagina la vida sin amigos o sin amigas. ¿Cómo sería? ¿Cuánto significan para ti los amigos? ¿Qué papel cumplen en tu vida? ¿Tienes muchos, pocos, los sientes cercanos o son relaciones superficiales? ¿Recuerdas a tu primer amigo o amiga importante? ¿Dónde y a qué edad le conociste? Muchas veces son los primeros amigos de la infancia los mejor amigos de toda la vida, ¿ha sido tu caso?

La amistad es un lazo afectivo entre iguales donde se comparten experiencias, cariño, aventuras, juegos, aficiones, complicidad, apoyo mutuo emocional y práctico. La amistad nos enseña a dar y recibir, a sentirnos sentidos y escuchados así́ como hacer sentir sentido y escuchado al otro dentro de un clima de confianza que algunas veces no alcanzamos a establecer ni siquiera con personas de la familia. La amistad es un vínculo especial, un vínculo de apego seguro simétrico, recíproco, entre iguales. Así́ de importante es el tesoro inconmensurable de la amistad.

Preschool childs playing in classroom.
Preschool childs playing in classroom.

¿Cuándo comienzan los niños a tener amigos?

Siendo la amistad un lazo afectivo que cumple con funciones básicas para nuestra regulación emocional y social es importe que los progenitores fomentemos el despliegue sano de dichos vínculos durante las distintas etapas de desarrollo de nuestros hijos e hijas.

Antes de los tres años es irreal pretender que los niños se queden solos jugando sin la intermediación de un adulto que regule cuando se dan empujones o se arrancan los juguetes u objetos de las manos. A estas edades aún no han madurado para controlar la impulsividad, comprender o integrar reglas de juego ni para mantener la atención por más de diez minutos sin aburrirse en una misma actividad o con un mismo compañerito.

Los niños comienzan a tener sus primeros amigos en torno a los tres pero más hacia los cuatro años cuando el exterior comporta un foco de interés mayor a partir del progresivo desprendimiento de la fusión emocional o de la relación de exclusividad con la madre o los padres y surge la consecuente necesidad de explorar el mundo exterior o buscar incentivos fuera de la familia a través del vínculo con sus pares, aunque siempre privilegiando su núcleo familiar. A partir de los cuatro años, los niños ya pueden jugar con sus amigos sin la presencia cercana constante de sus padres o adultos cuidadores.

Llegado ese momento es trascendental que papá y sobre todo mamá comprendan la importancia de facilitar los escenarios de encuentro para el desarrollo de la amistad de sus hijos e hijas con otros niños y niñas.

(Getty Creative)
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En nuestras sociedades actuales hay una tendencia al aislamiento que juega en contra y que a menudo provoca que la satisfacción de las necesidades básicas de juego e interacción de los niños se centren excesivamente en los padres o adultos cuidadores a falta de oportunidades para jugar con sus iguales.

Una interferencia bastante común es el hecho de que a la madre le cueste asimilar el desprendimiento de la fusión con su peque que hasta hace pocos días era todavía un bebé pero que ya empieza a dar sus primeros pasos fuera del universo maternal.

La escuela rígida, desmedidamente normatizada y competitiva donde los niños pasan la mayor parte del tiempo sentados y siguiendo indicaciones incompatibles con sus necesidades de movimiento y juego libre –aunque se ha convertido en el principal escenario de socialización infantil– no necesariamente es el más favorable o saludable. Por tanto es importante favorecer espacios más amables.

Observar conscientemente estas interferencias comunes en el despliegue de la socialización de nuestros peques puede ayudarnos a superarlas.

¿Cómo se hacen los amigos en la infancia?

Los niños todo lo hacen jugando. Aprenden, liberan el estrés, exploran, descubren el mundo, desarrollan creatividad, destrezas, auto conocimiento y por supuesto socializan o hacen amigos jugando. El juego libre, espontáneo, orgánico, creativo, no es un capricho o actividad prescindible sino una necesidad esencial para el desarrollo infantil sano. Cabe señalar que el juego con pantallas no es intercambiable con el juego presencial en contacto directo con la experiencia del mundo y las personas reales, para desarrollar las capacidades psicomotrices, físicas, afectivas, sociales y cognitivas.

El proceso de socialización se establece de forma gradual y natural cuando nos organizamos en redes o tejidos sociales funcionales y sostenedores (familia, comunidad), en espacios seguros y amables (casa, plazas, parques, naturaleza), para el encuentro entre los niños y niñas quienes espontáneamente conectarán e intercambiarán experiencias si no hemos causado interferencias.

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Cada niño lo irá consiguiendo a su ritmo. No hay que perder de vista la heterogeneidad entre las criaturas humanas. Cada niño es único, algunos más introvertidos, otros más extrovertidos. Es imprescindible reconocer y respetar esta diversidad sin forzarlos a ser de una manera que no es congruente con su persona.

Algunas de las preocupaciones más frecuentes manifestada por los padres

Durante los primeros ensayos de socialización pueden surgir algunas dificultades para establecer acuerdos. En una etapa madurativa egocéntrica (primera infancia 0 a 7 años) en la que se dificulta renunciar al propio deseo y están aprendiendo progresivamente a compartir, ceder a favor del otro, etc.., podemos esperar que algunos conflictos se presenten como parte normal del aprendizaje.

Hay niños que tienen rasgos de liderazgo muy marcados o son acentuadamente extrovertidos y otros niños que son más introvertidos, así como una mayoría de niños en el punto medio entre los primeros y los segundos. Tener uno u otro rasgo no comporta un problema, salvo que las expectativas sociales lo provoquen. Algunos progenitores me cuentan que les preocupa el hecho de que su hijo o hija se pliega demasiado a los deseo de otro amigo o amiga más “mandón” para mantener la amistad. Luego están los papás y mamás que me dicen que les cuesta hacer entender a su hijo o hija que renuncie o ceda porque el marcado empeño de salirse con la suya les dificulta hacer amigos o mantenerlos.

Si nos organizamos y vinculamos en entornos sociales o familiares muy competitivos esta diversidad puede expresarse de forma negativa. Por esta razón es importante que los adultos registremos nuestras propias dinámicas competitivas y la importancia de internalizar valores cooperativos. No perdamos de vista que somos constantes ejemplos.

Nuestros hijos nos imitan. Hay que revisar nuestras propias dinámicas familiares, en el contexto social y escolar para detectar si estamos otorgando o restando valor a los niños según destacan con las mejores notas, como los mejores en el equipo de fútbol o los que intervienen más en clase o llegan primero a un objetivo cualquiera que los adultos estimen importante. Esta clase de dinámicas muchas veces comporta la causa de los conflictos entre los niños. Podemos valernos de juegos infantiles cooperativos, con dinámicas para reforzar la cooperación. Recomiendo indagar sobre bibliografía o recursos relacionados.

La diversidad de temperamentos siempre nos ha definido como especie. La introversión no es un problema o una patología. Es un rasgo del temperamento. Los niños introvertidos suelen sufrir mucho más en sociedades exitistas que les exigen ser extrovertidos o líderes, restándole valor a los dones que aportan al prójimo y a la humanidad las personas introvertidas, sensibles, reflexivas, con un mundo interior rico.

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Otros conflictos comunes entre amiguitos

Recientemente unos padres me comentaban que cuando su hija de cinco años juega en pareja con su mejor amiga, que es la vecina de enfrente, o cuando juega en pareja con otra amiguita de la escuela, todo fluye sin problemas, pero que cuando se juntan las tres siempre hay conflictos por que la vecina se siente ignorada y reacciona con agresividad o quiere imponer su deseo sobre el grupo. Este tipo de situaciones es común cuando se hacen tríos y se predispone la situación de que alguien no se siente tomado en cuenta. Siempre es mejor procurar que los niños jueguen en grupos de dos o cuatro para facilitar que puedan organizarse en pareja. De manera que siempre es bueno anticiparse si sabemos que habrá reunión de tres, invitando a un amiguito o amiguita para redondear el número y que fluya mejor el encuentro.

También se presentan alianzas y marginaciones que van fluctuando según distintos factores. Ayer el que era el mejor amigo, hoy ya no quiere jugar con tu hijo porque anda más entusiasmado con otro niño o viceversa. Todas son experiencias normales en el devenir del aprendizaje de la socialización infantil.

No esperes o creas que la socialización de tus hijos debería vivirse en ausencia absoluta de conflictos. Lo normal es que estos ocurran y que puedan superarse o resolverse con asistencia de adultos empáticos y comprensivos. Sin embargo si la experiencia es intensa, frecuente y comporta un sufrimiento mayor para nuestro hijo o hija, lo ideal es abrir espacios alternativos donde puedan cultivarse nuevas relaciones más fluidas y armónicas.

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Si fuera nuestro hijo o hija quien está provocando conflictos de forma muy agresiva o violenta, es recomendable que indaguemos la causa, busquemos las necesidades no satisfechas o experiencias perturbadoras que le están provocando desequilibrio o malestar. Un niño que se siente nutrido afectivamente, satisfecho en sus necesidades, bien tratado, no se torna violento o conflictivo. Intentemos prestarle toda nuestra compresión, atención, mirada, afecto, buenos tratos hasta ayudarle a retornar al equilibrio que se traducirá por añadidura en una mejor disposición para relacionarse con sus iguales.

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