'En familia con Chabelo', el programa emblema de Chabelo que no era toda diversión

Todas, todos, soñamos con la catafixia de llegar a participar en 'En familia con Chabelo', pero lograr si quiera llegar al foro era un laaargo proceso.

Cuando Televisa decidió que 'En familia con Chabelo' había cumplido con su ciclo poco antes del medio siglo de existencia, Xavier López, Chabelo, había cumplido 80 años, suerte que no compartía su personaje que seguía muy plantado en una eterna pubertad.

Aquel gigantesco niño de 13 años se convirtió en un personaje infaltable de la televisión mexicana en un horario supuestamente destinado al descanso: por 48 años hizo despertar a miles de niñas y niños, a los cuates de provincia (y varias veces a sus madres y padres) a las 7 am para verlo a través del televisor y soñar con que algún día les diría de frente "¿quieres tu premio o lo catafixias?".

No todos tuvimos la (des)fortuna de enfrentarnos a tan difícil pregunta. Siempre he pensado que apostaría por catafixiar cualquiera de mis supuestos premios pero cuando una veía lo complicado que era ganarse desde una dotación de Choco Milk hasta unos muebles Troncoso, ahora entiendo por qué muchos pasaban de la tentadora oferta.

Despertar a las 7 am para verlo a través del televisor y soñar con que algún día les diría de frente
Despertar a las 7 am para verlo a través del televisor y soñar con que algún día les diría de frente "¿quieres tu premio o lo catafixias?"/Archivo: AFP.

Cada emisión de 'En familia con Chabelo' tenía una duración de 90 minutos entre concursos, a veces entrevistas y algún número musical. Eso era lo que se veía en pantalla, porque la realidad era distinta: muchas veces los programas se grababan en sábado con una o dos semanas de anticipación, y nunca se grababa completo, es decir, primero entraba un grupo con el que se realizaba los primeros 45 minutos y después entraba otro para la segunda mitad. Podían ser llamados de hasta ocho horas para el conductor y su producción.

Para el público asistente era más tiempo: la o el interesado debía mandar una carta "quiero ir, somos tantos" y esperar la respuesta (días, semanas o meses); una vez con boletos en mano, trasladarse hasta Televisa San Ángel (sur de CDMX) y hacer fila desde las 6 de la mañana para ingresar a las instalaciones y estar, en promedio, entre una a tres horas.

Después, otra decepción: la selección de los participantes. Todas, todos los que asistimos alguna vez al foro de Televisa soñamos con concursar: subir esa movediza escalera horizontal con "silencio… que la gente está durmiendo", hacer la bomba de chicle más grande que tus pulmones pudieran inflar, jalar junto con otros desconocidos una cuerda hasta desbalancear al equipo contrario. No todos lograban llegar al escenario. Y no todos ganaban, además.

Pero si una, uno no lograba concursar, al menos el premio de consolación era conocer a Chabelo de carne y hueso, aunque fuera a unos cuantos metros. Otro golpe de realidad: las gigantescas cámaras de televisión obstruían la visión, especialmente desde las primeras filas. Una siendo tan pequeña a unos 4, 8, 10, años a veces se perdía de toda la "diversión".

Y lo que nadie contaba: Chabelo se enojaba. No como el niño que se le puso al tú por tú con Cantinflas en El extra o con César Costa en La carabina de Ambrosio. Chabelo, o mejor dicho Xavier López, gritaba, insultaba y hasta ignoraba a su público que llevaba horas (menos, igual o más, pero horas) esperándolo. Saludaba y se despedía de cada grupo que entraba al foro, es cierto, con qué ánimo, dependía del humor de ese día de grabación.

Xavier López 'Chabelo' durante un concurso de 'En Familia con Chabelo' en Televisa San Ángel. (Photo by Medios y Media/Getty Images).
Xavier López 'Chabelo' durante un concurso de 'En Familia con Chabelo' en Televisa San Ángel. (Photo by Medios y Media/Getty Images).

Tras toda la experiencia, por qué no, otra fila para salir (no te fueras a deambular por los pasillos de Televisa) y, ahora sí, tener tu premio de consolación: una bolsa llena de dulces o productos de los patrocinadores. Qué niña, niño no salía feliz con ese botín, después de meses de espera, desmañada para llegar al foro, horas para grabar, ver a López enfurecido.

Una espera más, por qué no: la transmisión del programa al que habías asistido. Una se pegaba al televisor (si tu madre y padre lo tenían en su dormitorio, ahí estabas entre sus cobijas mientras ellos dormitaban) para encontrarte por un microsegundo a cuadro. ¿Qué crees? Muchas veces no aparecías, plop. Así te echaras todo el programa (incluso la mitad en la que sabías que no habías estado), no perdías la esperanza de ver tu carita o tu manita. O a tu familia que te había acompañado.

Pero la experiencia, esa de haberte convertido por unos momentos en parte de En familia con Chabelo, esa, nadie te la quita.

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