El 'misterio' de 'La Rosa de Guadalupe' que nadie ha podido descifrar (aunque todos lo intentan)

Han transcurrido 14 años de transmisiones ininterrumpidas de ‘La rosa de Guadalupe’, el que es, hoy por hoy, el programa unitario con mayor rating en la TV de habla hispana.

Esto es un verdadero fenómeno, ya que no tiene competencia en su franja horaria y se ha convertido, con el paso de los años, en una fuente inacabable de memes de Internet. Y como todos los fenómenos, resulta inexplicable su éxito popular y su profundo impacto. ¿Qué hace que ‘La Rosa de Guadalupe’ sea tan adictiva, tan perdurable y tan exitosa, aún pese a ser solo un programa de presupuesto limitado y una calidad muy cuestionable?

‘La Rosa…’ inició transmisiones en febrero de 2007 en sustitución de otro programa de larga duración: ‘Mujer: casos de la vida real’, que creó y produjo Silvia Pinal, con la intención de dar un foro para la causa social de las mujeres en México.

Al iniciar transmisiones en enero de 1986, ‘Mujer’ – que por muchos años ocupó el horario los viernes a las 22:00, antes de trasladarse en 2001 a la barra de la tarde, donde permaneció hasta que cesó producción – se convirtió precisamente en lo que Pinal (que apareció en el primer episodio, acompañada por Demián Bichir) deseaba: un proyecto audiovisual que diera voz a las mujeres que necesitaban externar sus crisis o solicitar ayuda.

Un amplio catálogo de las mejores actrices de México desfiló por su cámara: a Silvia le seguirían Alma Muriel, Saby Kamalich, Ofelia Medina, Diana Bracho, Julissa, María Rojo, Tiaré Scanda, Cynthia Klitbo y muchas más, en historias documentadas y basadas en hechos reales, cuyos guionistas no temían a los temas crudos ni emitían juicios, algo que hizo que en su momento el programa fuera polémico.

La propuesta de ‘La Rosa de Guadalupe’ es completamente diferente.

Su fórmula es predecible y efectiva, si bien involucra el mínimo esfuerzo o imaginación, con un máximo rendimiento. A saber, esta es la estructura: se plantea una crisis personal en una familia o un recinto escolar o de trabajo, atribuible a alguno de los terribles males de nuestro tiempo (algunos de estos, según los guionistas del programa, son: la homosexualidad, la drogadicción, el aborto, el divorcio, la infidelidad, la insumisión femenina, las madres que trabajan, los videojuegos, el internet, inhalar solventes o ver anime japonés, entre muchas otras tendencias tomadas de los titulares y que atentan contra los valores convencionales y conservadores que son su agenda); mientras la crisis se desarrolla – usualmente reflejada con diálogos banales y actuaciones muy por debajo del nivel de una telenovela –, arbitrariamente aparece en escena una rosa blanca que presagia que la Virgen de Guadalupe ha tomado un interés en el caso presentado, y lo resolverá en los últimos cinco minutos del programa, con una intervención milagrosa y misteriosa (cuando el conflicto tendría, en la mayoría de los casos, su solución en el uso de la lógica), que lleva a una moraleja y un final feliz, todo en 40 minutos.

¿La fidelidad a este programa, es una cuestión de idiosincrasia o de morbo? ¿De ambas cosas? La selección de los temas es aleatoria, sí, y obedece principalmente a encontrar las noticias más salaces y perturbadoras que se susciten alrededor del mundo. Luego, mediante un torpe proceso de adaptación y apropiación – que hasta cierto punto es comprensible, tienen que hacer un guión para cada día de la semana y dos para los sábados en los que hay “especiales” que duran más y en los que se puede agregar más violencia y sexo a las situaciones presentadas – se parte la historia en tres actos y se graba lo más rápido posible, usualmente con un cuerpo de actores prácticamente amateur – y ocasionalmente algún ‘nombre’ – que representan la trama con el mismo entusiasmo y talento requeridos para actuar una obra de teatro de secundaria – y con los mismos recursos escénicos también.

Sí, el público en general y la crítica, tanto seria como ligera, coinciden en señalar que el programa es muy pobre, por no decir abismal, prácticamente es telebasura, en todos sus aspectos – exceptuando sus niveles de audiencia, que nunca bajan.

Se le atribuye a Emilio Azcárraga Milmo, fundador de Televisa y su presidente general hasta su muerte en abril de 1998, la frase “Hago tele para jodidos”. Esta ha sido sacada de contexto: lo que dijo fue que él generaba el único entretenimiento para una clase media muy jodida (es decir, severamente afectada por las continuas crisis económicas que se han sacudido a la nación desde los años 70) y ‘La Rosa de Guadalupe’ es quizá, el único programa que permanece al aire que se mantiene leal a ese precepto.

Se trata de un programa que apela a un gran común denominador del público mexicano: no le exige nada más que fe y eso es algo que tiene en abundancia. Es deliberadamente simple (y barato), pero consigue una retribución enorme en números en TV abierta, algo que es prácticamente una hazaña en esta era de streaming.

En 14 años, aún si es objeto de escarnio en las redes, la serie ha sido exitosa más allá de toda expectativa y de hecho, es el programa a vencer no solo por la competencia, sino por otros productores de Televisa que tratan de replicar su éxito, sin tener que rebajarse a sus niveles de sensacionalismo.

¿Es un fenómeno inexplicable? Quizás. Pero también lo son los milagros que supuestamente representa.

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