Marcela Rubiales, la estrella que enfrentó la tragedia más desgarradora y aún tiene mucho amor para dar

El clan Aguilar, como sabemos, es muy diverso: aunque Pepe y sus hijos Leonardo y Ángela son, actualmente, los más reconocidos por su actividad artística, entre los descendientes de la legendaria pareja conformada por Flor Silvestre y Antonio Aguilar, hay mucho talento y una de las figuras que, ahora que falleció la matriarca, ocupa ese rol central, es la cantante y presentadora Marcela Rubiales, la segunda hija de doña Flor, nacida de su matrimonio con el famoso presentador de TV Francisco Rubiales, más conocido como Paco Malgesto.

Nacida en Ciudad de México en 1954, Marcela tiene una hermana mayor, la cantante Dalia Inés, y tres hermanos menores, Francisco, Toño y Pepe, los dos últimos hijos de don Antonio Aguilar, que la trató siempre con amor de padre y la consideraba su hija también.

Marcela fue una niña prodigio en lo que a la música se refiere: aprendió a tocar varios instrumentos musicales siendo aún muy pequeña, bajo la tutela de su madre y su tía Queta Jiménez, que también la enseñaron a cantar; aunque no todo fue felicidad en su infancia — cuando Marcela tenía 7 años y su hermano Paco 5, sus padres se separaron en medio de alegatos de infidelidad y violencia doméstica. El pleito legal por la custodia de los infantes fue el primer gran escándalo de este tipo que se tuvo en México durante la década de los 60.

Malgesto era un hombre de gran influencia y de este modo durante el prolongado proceso de divorcio —que tomó alrededor de dos años—, impidió que Flor Silvestre, a la que había golpeado dejándole lesiones de las que constaba en actas su apariencia, viera a sus hijos durante más de un año, algo que hoy está penado por la ley, pero que en 1962 era todavía un territorio gris en la ley mexicana. Para entonces, Flor Silvestre ya era novia de Antonio Aguilar, pero no estaban casados, no obstante, él la apoyó completamente y cuando se casaron, un año más tarde, él adoptó informalmente a los hijos de Flor, quien finalmente obtuvo la custodia de ambos (gracias a la intervención de doña Eva Sámano de López Mateos, entonces primera dama de la nación).

Pese al divorcio, Marcela tuvo buena relación con su padre y su madre, así como con el marido de ésta, que la incorporó al espectáculo familiar de jaripeo con el que recorrieron el mundo (ella aún participa tanto en escena como en la logística), mientras que gracias a su padre aprendió el oficio de la televisión en todas las áreas; producción, conducción y actuación.

De este modo, en los 70 fue conductora de numerosos programas de concurso, de revista, de sobremesa y musicales; también fue parte del elenco de la telenovela 'La venganza', encabezado por Enrique Lizalde y Helena Rojo, en el que interpretó a una villana.

Paralelamente, comenzó una carrera como cantante de ranchero y regional mexicano y en 1983 dio a luz a su única hija, Marcela Bárbara Fuentes, en quien volcó todo su amor, hasta que la joven perdió la vida el 28 de febrero de 2004, a los 21 años, en un trágico accidente automovilístico cuando manejaba su novio. Fue el dolor más inmenso para Marcela en su vida y a partir de allí quedó destrozada. Fue con la ayuda de sus hermanos y de don Antonio y doña Flor, que Marcela salió adelante, aunque enfrentaba la tragedia más grande: la pérdida de un hijo, algo tan terrible que ni siquiera existe un vocablo para definirlo, en cualquier idioma.

Fueron años maravillosos de vida de felicidad y preocupación de trabajo y de lucha pero ya no estaba sola mi vida tenía sentido mi hijita, mi nena preciosa y a salir adelante, y así fue, fuimos muy felices, siempre juntas, siempre tan madura tan comprensiva. Tal vez por eso Diosito se la llevó hace 17 años. Hágase tu voluntad”, escribió Marcela en una publicación para recordar el aniversario de su hija este año, que le venía de otro golpe más duro: la muerte de su madre en noviembre.

Sin embargo, Marcela ha resultado un ejemplo de entereza para su familia tan grande, y por lo mismo, poco a poco ha ido adoptando el rol que su madre tenía antes de morir: ser la matriarca de un clan tan extenso, diverso y talentoso, mostrando entonces que las enseñanzas recibidas a lo largo de su vida, la han convertido no solo en la estrella que siempre ha sido: también en una mujer llena de esperanza y con mucho amor para dar a los suyos, y al público.

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