Los veteranos deportados anhelan regresar del exilio, algunos tendrán esa oportunidad

El mural "Leave No One Behind" en la frontera de Tijuana, México, representa a veteranos deportados y otros inmigrantes expulsados de Estados Unidos. (Ariana Drehsler/The New York Times)
El mural "Leave No One Behind" en la frontera de Tijuana, México, representa a veteranos deportados y otros inmigrantes expulsados de Estados Unidos. (Ariana Drehsler/The New York Times)

ROSARITO, México — Alex Murillo tiene una vida plena en la ciudad mexicana de Rosarito, a 40 minutos en auto de la frontera con Estados Unidos, cerca de Tijuana. De día, trabaja en un centro telefónico, desde donde habla con un tono alegre y atento a los jubilados de todo Estados Unidos sobre su seguro de Medicare. Después del trabajo, mete tacos, banderas y otros objetos en una mochila de gimnasio y se dirige a entrenar a un equipo de fútbol juvenil cuyos jugadores le atribuyen el mérito de haberles enseñado este deporte estadounidense.

Pero Murillo, de 43 años, no desea quedarse en Rosarito, donde vive desde hace casi una década. De hecho, no siente que pertenezca en absoluto a México, un país del que se fue cuando era un niño.

Para él, su hogar está en Phoenix, Arizona, donde creció, se alistó en la Marina, tuvo cuatro hijos... y más tarde se metió en problemas. Fue deportado dos días antes de la Navidad de 2011, tras cumplir una condena por transportar cientos de kilos de marihuana.

Murillo es uno de los cientos de veteranos militares inmigrantes que se han enfrentado a la expulsión de por vida a sus países de nacimiento como resultado de haber cometido delitos, a veces menores, después de su servicio militar.

“Siempre he estado esperando el día en que pueda volver”, comentó Murillo, que llevaba, como muchos días, una sudadera con capucha de los Cardenales de Arizona. “Todo lo que hago aquí es positivo, pero quiero estar en casa con mi familia”.

Tiene la esperanza de que la espera esté a punto de terminar.

El gobierno de Biden señaló este mes que comenzaría a permitir que los veteranos nacidos en el extranjero que fueron deportados regresaran a Estados Unidos y se les ayudaría a convertirse en ciudadanos estadounidenses.

Alex Murillo, al centro, entrena fútbol juvenil en Rosarito, México, el 8 de julio de 2021. (Ariana Drehsler/The New York Times)
Alex Murillo, al centro, entrena fútbol juvenil en Rosarito, México, el 8 de julio de 2021. (Ariana Drehsler/The New York Times)

“Nos comprometemos con traer de vuelta a los miembros del servicio militar, a los veteranos y a sus familiares directos que fueron expulsados de manera injusta y a garantizar que reciban los beneficios a los que pueden tener derecho”, comentó Alejandro Mayorkas, secretario de Seguridad Nacional.

El anuncio fue trascendental para los veteranos que han estado exiliados de Estados Unidos, a menudo durante más de una década.

Robert Vivar, codirector del Centro Unificado de Recursos para Veteranos Deportados de Estados Unidos en Tijuana, calcula que hay al menos mil militares deportados que viven en casi 40 países. En los últimos años se ha permitido el regreso de unas dos decenas de ellos, en particular los que han cometido los delitos menos graves, como posesión de armas de fuego o conducción bajo los efectos del alcohol. Los indultos de los gobernadores han abierto el camino para algunas repatriaciones, aunque pueden tardar años.

Sin embargo, decidir quién puede ser readmitido podría ser complicado: algunos de los veteranos cometieron delitos graves, como violencia doméstica, agresiones sexuales y, en el caso de Murillo, infracciones graves en materia de drogas, y no está claro que todos puedan regresar.

“¿Cómo van a determinar quién fue ‘deportado de manera injusta’?”, preguntó Héctor Barajas, de 44 años, un exparacaidista condecorado del Ejército estadounidense que fue condenado por disparar a un auto en 2002, quien regresó en 2018 tras un indulto del exgobernador de California Jerry Brown.

Lo cierto es que el Departamento de Asuntos de los Veteranos y otras agencias se encargarán de asistir a un grupo de personas que muy probablemente requerirán una serie de servicios mientras se esfuerzan por reconstruir sus vidas.

Separados de sus familias, a menudo han visto cómo sus vidas se deshacían aún más en los países que habían dejado hace tiempo. Sus cónyuges los han abandonado; sus hijos se han convertido en personas problemáticas.

“No es que ahora estemos en casa, tengamos un trabajo y hayamos recuperado a nuestras familias”, comentó Barajas, cuyo activismo llamó por primera vez la atención sobre la difícil situación de los veteranos deportados.

Ahora que es ciudadano estadounidense, Barajas ha luchado contra la depresión y la diabetes. Ha sido difícil conectar con su hija, de 16 años, tras su prolongada ausencia.

Muchos veteranos dijeron que no se dieron cuenta de que podían ser deportados hasta que se presentó un funcionario del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas al final de su condena. Muchos se sienten agraviados por el hecho de que, tras cumplir su pena, se enfrentan a un castigo adicional.

“El país por el que estabas dispuesto a morir te echó como una basura”, opinó Héctor López, de 57 años, veterano del Ejército estadounidense, que fue deportado en 2006 y ahora ayuda a dirigir el centro de recursos para deportados en Tijuana.

Sin embargo, los detractores de las readmisiones generales dicen que cualquier no ciudadano que cometa un delito grave se enfrenta a una posible deportación. “Así es como funciona la ley”, dijo el representante Andy Biggs, republicano de Arizona, en una audiencia de 2019 sobre veteranos deportados. “No hay nadie más que obtenga una excepción a eso”.

Murillo dijo que nunca había pensado en sí mismo como alguien que no fuera estadounidense.

“Crecí como un niño estadounidense normal”, dijo. “Jugaba béisbol, baloncesto y fútbol”.

Se alistó en la Marina tras salir de la preparatoria en 1996. En ese momento, sus padres estaban solicitando la ciudadanía, y él podría haberse sumado a su solicitud.

“Mamá, no te gastes el dinero en eso”, dice su madre, Leticia Bernal, que le dijo. “Me van a dar la nacionalidad en la Marina”.

Murillo fue desplegado a Oriente Medio en el portaviones USS George Washington como mecánico de aviación. En una base de Florida, en 1998, fue sorprendido consumiendo marihuana y finalmente fue dado de baja por mala conducta.

Regresó a Phoenix con un matrimonio roto, y a partir de ahí, dijo, su vida cayó en espiral. Siguió con las drogas, perdió su trabajo instalando antenas parabólicas y se retrasó en el pago de la manutención de sus hijos tras divorciarse.

En abril de 2009, aceptó llevar un enorme cargamento de marihuana a San Luis por 10.000 dólares, pero un agente de la policía de tráfico lo atrapó.

Recibió una condena de 37 meses de prisión y, tras su liberación en diciembre de 2011, lo subieron a un autobús hacia México.

Murillo dijo que solo desea estar de vuelta donde siente que pertenece.

“Crecí con ‘Scooby Doo’, ‘Andy Griffith’, ‘I Love Lucy’ y ‘The Price Is Right’, Oprah, el béisbol... todas las cosas estadounidenses”, dijo. “Todo lo que soy es estadounidense”.

© 2021 The New York Times Company