Qué hemos aprendido ya del coronavirus

toilett paper panic
Toilet paper panic

Una pandemia tan invisible como conocida con antelación -el brote de Wuhan se comunicó a la OMS el 31 de diciembre de 2019- ha alterado la vida cotidiana, la salud y el comportamiento de cientos de millones de personas en todo el planeta. No hay precedentes de un caso de pandemia alcanzando a tantos países en la historia de la humanidad. Con decenas de millones de personas enclaustradas en los hogares es ya el momento de comenzar a preguntar ¿qué hemos aprendido con esta pandemia?

La primera conclusión es que no estábamos preparados (como especie) para una pandemia de este tipo. En todos los países y de forma casi instantánea se ha producido escasez de productos esenciales para la protección más básica (mascarillas, hidroalcohol, batas y guantes, test de detección de contagio, equipos de protección,…) Y lo peor es que ha sucedido, en especial, en lugares críticos como hospitales, centros de salud, residencias geriátricas, centros de enseñanza, servicios sociales, etc. Como fallo en las respuestas ni siquiera la comunidad médica ha sido capaz, hoy en día, de una posición única sobre si es mejor el paracetamol o el ibuprofeno o no sirven de nada ninguno a la hora de combatir los síntomas del coronavirus.

La segunda conclusión no es que el sistema haya fallado, sino que no hay ningún sistema. Ni los gobiernos (en todas las escalas), ni los organismos multilaterales, ni las grandes instituciones o corporaciones parecen haber tenido nada previsto a pesar de la antelación con la que se conoció que el coronavirus se transmitía por el aire -la Unión Europea se ha apuntado un nuevo fracaso colectivo-. Prueba de ello es que en todos los países -excepto, por la información disponible Singapur y Corea del Sur- se están produciendo similares problemas de escasez y falta de recursos materiales y tasas de expansión muy altas. Por cierto, la industria de Hollywood ha anticipado en numerosas ocasiones esta pandemia, quizás algunos guionistas y productores cinematográficos podrían ser grandes gestores públicos.

La tercera conclusión es que nuestra capacidad de aprendizaje colectiva es muy limitada, mucho mayor de lo que estamos dispuestos a aceptar en las conferencias y libros. De hecho, ya habíamos tenido avisos muy serios en el siglo XXI el SARS en 2003, la gripe aviar (H5N1) en 2005, la gripe A (H1N1) en 2009-2010, el Ébola en 2014, Zika en 2014. De hecho, la reacción de los países más avanzados en biotecnología no ha sido llevar adelante una coordinación científica global sino entrar en competencia en una carrera local por la primera vacuna.

La cuarta conclusión es que una pandemia afecta de forma muy poderosa a nuestra mente, parece tener la capacidad de resetear nuestro cerebro y comportamiento. Esto sucede de forma individual pero también, de manera desmedida, de forma colectiva. Los comportamientos de pánico mundiales como las compras en pánico (la más icónica alrededor de todo el mundo, vaciando las estanterías, de papel higiénico que no suele ser un producto con escasez) o la negación del riesgo (viajando, saliendo de paseo, bañándose en lugares públicos…) son evidencias de una psicología alterada por la pandemia. El comportamiento ha ido mutando desde el negacionismo (infravalorando los riesgos acudiendo a manifestaciones, mítines políticos, conciertos masivos, eventos deportivos, etc.) pasando por el pánico con comportamientos de compra descontrolados, acumulación y especulación en los precios. Hasta convertirnos poco a poco, es lo que pasará en las próximas semanas, en náufragos supervivientes en los hogares, residencias, hoteles, hospitales, etc.

La quinta conclusión es que las prioridades para la supervivencia de la especie están mal diseñadas. Todos los países están preparados, en distintos grados, para la guerra con otros países. Los ejércitos profesionales y los presupuestos en defensa (investigación y desarrollo armamentístico) con el objetivo de la disuasión mutua son ridículamente desproporcionados en comparación con el resto de áreas de conocimiento. No obstante, no existen presupuestos ni fuerzas especiales contra pandemias que amenacen a la especie humana. Dicho de otra forma, no existen SEALs contra las pandemias ni fuerzas de intervención epidemiológicas globales para la defensa del homo sapiens. Estamos en manos de burócratas profesionales -como los de la OMS, que debería estar coordinando el plan de respuesta mundial, y otras organizaciones multilaterales- que han evidenciado una incompetencia global.

La sexta conclusión es que las libertades individuales son muy frágiles con buenos argumentos. Los ejércitos y las fuerzas de seguridad están siendo movilizados, en primera instancia, para el control de la población y de los flujos de mercancías. De forma paradójica mientras la extensa mayoría de los gobiernos tras abstenerse de tomar las primeras decisiones - quizá temiendo ser impopulares o acusados de alarmistas por la oposición política- priorizaron la satisfacción social en lugar de la guerra contra la escasez de recursos básicos y la respuesta sanitaria de máximos, etc. que ha llevado a la extenuación de los servicios de salud.

La última conclusión es el fracaso de los gobiernos como gestores eficientes, que está llevando a poner a los ciudadanos en una situación de psicología de guerra -con referencias a la Segunda Guerra Mundial tanto en Alemania, EEUU, UK- en plena sintonía con declaraciones políticas de intenciones épicas. Es cierto que se trata de una metáfora, pero es una metáfora muy poderosa en la mente colectiva que apela a una catástrofe descomunal para eludir la falta de previsión, la ausencia de planes de respuesta, la toma de decisiones erróneas, la improvisación… En definitiva, para ocultar el nivel de incompetencia, que aún no puede darse por acabado, y de lo que habrá que pedir explicaciones y responsabilidades. No es, por tanto, tan sorprendente que España sea el país con mayor número de políticos infectados por el coronavirus.

Hace tiempo esta columna cierra con la frase hay que instalarse en el caos. Ahora más que nunca esa frase dejar de ser un cierre de fortuna, hay que instalarse en el caos. Seguiremos atentos.

Ánimo y fuerza a todos.