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Por qué los políticos franceses no pueden dejar de hablar de la delincuencia

Una exposición con nombres de víctimas de violencia doméstica en París, el 9 de septiembre de 2020. (Dmitry Kostyukov/The New York Times)
Una exposición con nombres de víctimas de violencia doméstica en París, el 9 de septiembre de 2020. (Dmitry Kostyukov/The New York Times)

PARÍS — En la Torre de Babel de la política francesa, todos están de acuerdo en al menos una cosa: la delincuencia está fuera de control.

Hace poco, la lideresa de la extrema derecha advirtió que Francia era un “naufragio de seguridad” que se hundía en la “barbarie”. Un conservador tradicionalista evocó la distopia ultraviolenta de “La naranja mecánica”. En la izquierda, el presunto candidato del partido de Los Verdes para las próximas elecciones presidenciales describió la inseguridad como “insoportable”.

Y en medio de eso, los ministros del presidente Emmanuel Macron alertaron sobre un país que “se está volviendo salvaje” —el “ensauvagement” de Francia, un neologismo que querría decir algo como “ensalvajamiento”— y prometieron aplicar mano dura contra el crimen y combatir el “separatismo” de los musulmanes radicales.

¿La única salvedad? La delincuencia no está al alza.

Los datos del gobierno muestran que casi todos los delitos graves han disminuido en comparación con la década pasada o hace tres años. A excepción de un año de repunte, los 970 homicidios registrados en 2019 fueron menos que los 1051 del año 2000. En general, el crimen aumentó en la década de 1970 hasta mediados de los años ochenta antes de disminuir y estabilizarse.

Sin embargo, al igual que en otros países, y como reflejo de la campaña electoral en Estados Unidos, el debate sobre la delincuencia tiende a ser un indicador de algo más: en el caso de Francia, de los debates sobre inmigración, el islam, la identidad nacional y otros temas incendiarios que han asediado al país durante años.

La intensidad de la retórica actual llega tras un aluvión de incidentes a lo largo del verano —entre ellos, la violencia que hubo el Día de la Bastilla y la golpiza que recibió un hombre de 44 años después de pedirle a un cliente en una lavandería que usara cubrebocas— que para muchos caracterizó un año particularmente terrible para Francia.

La economía sigue tambaleándose tras uno de los confinamientos por el coronavirus más estrictos que hubo en Europa esta primavera, su tejido social tradicional está siendo desafiado cada vez más por las minorías raciales y de origen étnico, así como por las mujeres que han protestado injusticias como el abuso sexual y la violencia policial.

“Hay que decirlo sin rodeos, este verano ha sido mortífero”, dijo Marine Le Pen, lideresa del partido de extrema derecha Agrupación Nacional, principal rival de Macron en las elecciones presidenciales pasadas y su posible adversaria en las próximas, a realizarse en abril de 2022.

Sin embargo, de manera notable, en el momento álgido de las manifestaciones de los “chalecos amarillos” hace dos años, cuando los saqueos y los disturbios en los barrios ricos de París se habían convertido en un acontecimiento semanal, no se comentaba la delincuencia como un tema social de gran importancia.

El movimiento de los chalecos amarillos estaba conformado en su mayoría por personas blancas. Este año, muchas de las manifestaciones más grandes de Francia, las cuales fueron pacíficas en su mayoría, se inspiraron en el movimiento Black Lives Matter a raíz del asesinato de George Floyd en Estados Unidos, lo cual llevó el tema de la brutalidad policiaca al frente de la agenda política.

Según la perspectiva de Le Pen, la inseguridad actual provino directamente del “ataque sistemático a la policía por parte de campañas antipoliciales de activistas defensores de la igualdad racial”.

En un afiche para unas elecciones parciales a celebrarse más adelante este mes en el norte de Francia, aparece Le Pen al lado del candidato local con el mensaje: “Durante el verano de 2020, varios franceses han sido asesinados por la escoria proveniente de la inmigración. Si no hay intervención política, esto podría llegar a sucederles a tus seres queridos, tus hermanos, tus hermanas, tus hijos…”.

Le Pen se ha enfocado en el tema de la delincuencia más que cualquier otro político francés. Ella y sus partidarios de la Agrupación Nacional lo han vinculado directamente a la inmigración desde África, a la cual se oponen con vehemencia, y lo han retratado como una amenaza a la civilización francesa con palabras como “ensauvagement” y “barbarie”.

“En Roma, los bárbaros no tenían los mismos valores que los romanos”, declaró en una entrevista Philippe Olivier, asistente cercano de Le Pen y miembro del Parlamento Europeo. “Los romanos les dieron entrada a los bárbaros: Roma terminó por colapsar”.

Ahora que la idea de “ensauvagement” —un término que la extrema derecha ha usado desde hace mucho para ganar votos— ha sido adoptada incluso por los ministros del mismo Macron, Olivier lo describió como una “victoria ideológica”.

“Esta temática nos puede llevar a la victoria en las elecciones regionales y departamentales, y luego en la elección presidencial”, afirmó. “Este es nuestro terreno. Este partido lo jugamos en casa”.

De acuerdo con un sondeo publicado la semana pasada, el 70 por ciento de los encuestados opinó que el uso del término “ensauvagement’’ estaba justificado para describir la situación de seguridad en Francia. Lo más significativo fue que la valoración positiva del manejo de la delincuencia por parte de Macron disminuyó a un 27 por ciento, comparado con el 32 por ciento de octubre del año pasado y el 41 por ciento de abril de 2018.

La importancia que los votantes le otorgan a la delincuencia ha puesto a Macron en un dilema: cómo dar la apariencia de ejercer mano dura contra el crimen sin adoptar el lenguaje cargado que usa la extrema derecha.

Hasta ahora, Macron se ha abstenido de emitir juicios sobre el término. La semana pasada se mostró visiblemente molesto cuando un reportero le preguntó sobre la palabra “ensauvagement”, y respondió que “las acciones son importantes”.

“Llevan 15 días haciendo el kamasutra con esto”, agregó Macron, para referirse a que los medios habían analizado el término desde todos los ángulos posibles.

En julio, Macron, plenamente consciente de la importancia de la delincuencia como tema social para las elecciones, nombró a Gérald Darmanin, un aliado muy cercano, como su nuevo ministro del Interior y jefe de la policía nacional. Darmanin, quien se ha convertido en el rostro contra el crimen del gobierno, también ha defendido sin arrepentimientos el uso de la palabra “ensauvagement”.

En la antesala de la elección presidencial de 2017, Macron se autorretrató como un candidato progresista y esquivó con éxito los temas de delincuencia que permeaban el discurso de su principal rival, Marine Le Pen.

Sin embargo, en el transcurso del último año, se ha desplazado cada vez más hacia la derecha, en un esfuerzo por apelar a un electorado que se ha vuelto “más conservador, más de derecha”, según Vincent Martigny, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Niza.

“Está siendo cauteloso para no perder puntos en una contienda presidencial que ya empezó”, comentó Martigny.

Los aspirantes a la presidencia de todas las ideologías políticas están abordando el tema del crimen.

This article originally appeared in The New York Times.

© 2020 The New York Times Company