¿Para combatir el hambre en el mundo hay que emitir más gases invernadero?

¿Para combatir el hambre en el mundo hay que emitir más gases invernadero?

Hoy en día, los dos problemas globales más urgentes son el cambio climático y la desnutrición de muchos habitantes del planeta. Podríamos incluso sumar un tercero que tiene mucho que ver, la obesidad en países desarrollados. El problema que se plantea es: ¿se puede solucionar uno sin afectar al otro? ¿Podemos producir más comida, suficiente para todo el planeta, sin que genere un impacto en el clima?

Para tratar de dar con la respuesta, un equipo de investigación ha realizado un estudio pormenorizado en el que se calculan un gran número de variables y se comparan distintos tipos de dietas entre múltiples países. Y la respuesta que dan no es muy alentadora, por desgracia.

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Lo primero en lo que hay que detenerse para entender el trabajo es qué dietas están comparando. Porque en todos los casos están empleando y calculando datos con dietas que reducen de manera significativa el consumo de carne.

Por una razón muy sencilla e incluso obvia: la ganadería supone un impacto enorme, tanto en el terreno a utilizar, como en la huella de carbono y el agua a utilizar – la huella hídrica. Para poder dar de comer a todo el mundo con el menor impacto ambiental posible, hay que reducir sí o sí el consumo de carne.

Entre las dietas o regímenes alimenticios considerados están las que renuncian a las carnes rojas, el pescovegetarianismo o ictiovegetarianismo – una dieta en la que sí se consumen pescados y mariscos, pero no carne –, el veganismo e incluso lo que los investigadores llaman “dos tercios vegano”, reducir el consumo de cualquier tipo de carne en ese porcentaje respecto a la dieta “normal”.

Y justo aquí nos tenemos que detener. Porque es importante el concepto de “dieta normal” que usan los investigadores. Según se plantea en el artículo, si queremos reducir el impacto sobre el medio ambiente de la dieta, tenemos que tener en cuenta las preferencias y costumbres de los distintos países y culturas. No se pueden plantear soluciones generalistas.

Bien, ¿y a qué conclusiones llegan? En primer lugar, que una de las dietas con menor impacto es la “dos tercios vegana”. Aunque pueda parecer lo contrario, resulta mucho más respetuosa con el medio ambiente que las pescovegetarianas u ovolactovegetarianas – que incluyen huevos y leche junto con vegetales – y al mismo nivel que una vegana.

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Otro resultado claro del estudio es la necesidad de que los países desarrollados adopten dietas basadas en vegetales cuando antes mejor. Sólo así se conseguirá reducir el impacto sobre la naturaleza de manera significativa. También muestra diferencias entre la producción de carne en determinados países, teniendo en cuenta la deforestación que implicaría aumentar su producción.

Pero en la base del estudio hay un dato clave: si se tiene pretende mejorar la seguridad alimentaria de la población global en su conjunto – evitar la desnutrición, vaya – hay que afectar al medio ambiente. No se puede evitar la desnutrición sin aumentar las huellas de carbono e hídrica. No se puede, si no se cambian de manera significativa las dietas y costumbres de consumo, especialmente en los países desarrollados. Se puede minimizar el daño mientras se avanza hacia una solución, pero precisa de grandes compromisos por parte de todos.