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La ciudad siciliana cuna de la mafia que enamora aunque se caiga a pedazos

Palermo está en ruinas como Roma. Sin la majestuosidad de la segunda, pero, como la capital de Italia, encierra un encanto magnético que cuesta describir. Es una ciudad de personalidad fuerte y tremendos contrastes. No es fácil de digerir: decadente, roñosa, sucia y, al mismo tiempo, enigmática, acogedora, bellísima. No deja indiferente al visitante. Y si lo hace, es que éste no se ha sumergido lo suficiente en ella, no se ha dejado devorar lo suficiente, no se la ha caminado lo suficiente. Porque solo caminando se conoce el mundo.

Por la capital de Sicilia, localizada en la costa noroeste de la isla italiana, han pasado todos: fenicios, griegos, romanos, vándalos, árabes, normandos, austriacos, españoles... Su localización con salida al mar Mediterráneo la convirtió en un punto estratégico para los conquistadores y comerciantes que transportaban materias primas entre Asia occidental, el norte de África y el continente europeo. De todas aquellas culturas quedan resquicios más o menos evidentes, porque ahí fueron y ahí dejaron su huella.

Luego llegó la edad moderna y, con ella, la mafia. Se dice que la aparición del hampa siciliana tiene su origen en un movimiento popular contra el opresivo dominio de los borbones en Sicilia (1816-1890). “Ni los borbones ni el gobierno formado tras la independencia de Italia (1861), tenían la fuerza o los medios para hacer cumplir los derechos de propiedad privada. Por eso, los agricultores buscaron alguien que les protegiera y organizara los contactos en los puertos entre los minoristas y los exportadores”, recoge un estudio publicado en el Journal of Economic History de la Universidad de Cambridge.

El poder de la mafia siciliana no hizo sino aumentar tras la Segunda Guerra Mundial, cuando el frágil Estado debió compartir el control social, administrativo y económico de Palermo con los capos más prominentes del territorio. Fue entonces cuando estos clanes familiares, originariamente rurales, hicieron su transición a organizaciones delictivas que operaban en la gran ciudad. La Cosa Nostra fue su principal brazo criminal con un sinfín de ramificaciones y poder para alcanzar Estados Unidos y extender ahí su sombra funesta. Solo entre 1981 y 1983, la mafia perpetró más de 400 asesinatos en la capital siciliana.

Hoy Palermo es una ciudad que ha superado su historia de balazos y atentados cobardes que acabaron con la vida de todo aquel que le plantó cara a los mafiosos. De aspecto negligente, la ciudad no cede a los envistes del tiempo ni al abandono estatal, ahí como está desatendida en la punta más alejada de Italia. A Palermo, o la odias o te enamora, no hay punto medio.

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