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La odisea de un latinista: del Vaticano al movimiento por los derechos de los homosexuales

Francesco Lepore, experto en latín, activista por los derechos de los homosexuales, periodista y exsacerdote católico, posa para un retrato en el Claustro Benedictino de Monreale, Italia, el 12 de junio de 2021. (Gianni Cipriano/The New York Times)
Francesco Lepore, experto en latín, activista por los derechos de los homosexuales, periodista y exsacerdote católico, posa para un retrato en el Claustro Benedictino de Monreale, Italia, el 12 de junio de 2021. (Gianni Cipriano/The New York Times)

PALERMO, Italia — Años después de haber perdido el trabajo de sus sueños en el departamento de latín del Vaticano, haber abandonado el sacerdocio, salido del clóset como homosexual, hecho públicos los relatos sensacionalistas sobre el sexo desenfrenado entre el clero en Roma y haberse reinventado como activista por los derechos de los homosexuales y periodista con una columna en latín, Francesco Lepore volvió al Vaticano para hablar de un nuevo trabajo.

En noviembre, Lepore, de 45 años, aceptó una invitación a la oficina de Andrea Tornielli, el influyente director editorial del Vaticano, quien lo felicitó con entusiasmo por su latín y le preguntó si estaría interesado en ayudar con el pódcast en latín de la Iglesia. Claro que, según le dijeron, tendrían que mantener en secreto la colaboración y los pagos.

El latín sobresaliente de Lepore lo llevó de una pequeña ciudad del sur al palacio apostólico. Su experiencia en el Vaticano lo llevó a la primera línea del movimiento por los derechos de los homosexuales como editor de GayNews.it y, este mes, como autor de “Il delitto di Giarre” (El crimen de Giarre), un libro que investiga el asesinato de una pareja siciliana ocurrido hace décadas y que ayudó a desencadenar el movimiento por los derechos de los homosexuales en Italia.

Además, su profundo conocimiento de la Iglesia lo llevó a escribir artículos en una publicación antipopulista y orgullosamente elitista, Linkiesta, donde también tiene una columna diaria de interés general escrita en latín. En marzo, escribió sobre cómo “Ioannes Biden” estaba de acuerdo con la sugerencia de que “Vladimirum Putin” es “pro homicida habet”, o un asesino. Este mes, su artículo sobre la adopción del bitcoin —”bito nummario”— como moneda de curso legal en El Salvador fue retuiteado por el presidente de ese país. Al parecer, y pese a todo, la elegancia de su prosa clásica despertó el interés de Tornielli, quien confirmó la reunión de noviembre pero se negó a decir de qué hablaron.

Lepore, en cambio, tenía mucho qué decir al respecto. Se sentó en un sillón debajo de una impresión de Roy Lichtenstein y se preparó para contar su historia “ab imis”, dijo, desde los orígenes más profundos.

Su padre, profesor de latín y estudioso de la Edad Media, le inculcó el amor por el latín, y unas tías piadosas lo iniciaron en la Iglesia, a la que, como monaguillo, se sintió atraído por los rituales, las vestimentas arcaicas y el báculo de plata del sacerdote ultraconservador. A los 6 años, también comprendió que se sentía atraído por los hombres, una condición que la iglesia considera un trastorno innato. “Fue un motivo de gran sufrimiento”, dijo.

Ocultó sus sentimientos a sus padres, pero se lo confesó a los sacerdotes más severos, quienes, al oír que él mismo quería ser sacerdote, le dijeron: “No te preocupes por eso”.

Francesco Lepore, a la derecha, experto en latín, activista por los derechos de los homosexuales, periodista y exsacerdote católico, y su pareja Michele Nicolosi en el Claustro Benedictino de Monreale, Italia, el 12 de junio de 2021. (Gianni Cipriano/The New York Times)
Francesco Lepore, a la derecha, experto en latín, activista por los derechos de los homosexuales, periodista y exsacerdote católico, y su pareja Michele Nicolosi en el Claustro Benedictino de Monreale, Italia, el 12 de junio de 2021. (Gianni Cipriano/The New York Times)

A los 15 años, ingresó al seminario juvenil local, donde llevó una vida ascética llena de oraciones. Se levantaba a las 5 de la mañana, llevaba una cadena de cilicio con púas y se flagelaba. Destacó en sus estudios y se ordenó como sacerdote a los 24 años.

Cuando llegó a Roma en 2002, recibió una educación por completo distinta, según él, en un mundo de sacerdotes homosexuales sexualmente activos. Se enamoró de un renombrado franciscano que tenía un rebaño de jóvenes admiradores y que lo dejó cinco meses después. “Uno nunca olvida su primer amor”, dijo encogiéndose de hombros. “Sin duda, todo eso me sumió por completo en una crisis”.

Ingresó al Vaticano a los 27 años y descubrió que todos sus colegas eran excéntricos. El finado reverendo Reginald Foster, un amado latinista de Milwaukee, era conocido como “el empleado de la gasolinera” por sus chaquetas azules baratas.

Otro latinista había salido con el poeta y cineasta italiano Pier Paolo Pasolini en su juventud, antes de convertirse en sacerdote y tenía la costumbre de gritar blasfemias. Lepore sentía que estaba en el paraíso y, todos los días, a las 11 de la mañana, hacía una pausa en la escritura de textos para papas y tomaba el té y charlaba en latín con sus compañeros de trabajo.

Pero las actividades extracurriculares lo distraían.

“Al interior del Vaticano”, dijo, “fue peor”.

Buscó entablar relaciones con sacerdotes y obispos, algunos de los cuales se llamaban entre sí con términos femeninos como “bella”, dijo. Otros apodaron a un cardenal “Platinette”, en honor a una famosa drag queen italiana. Lepore llegó a ser conocido, como “la estrella de Hollywood” porque llevaba un sombrero borsalino, mancuernillas y un reloj de bolsillo.

Culpa a una campaña de rumores motivados por los celos de sacarlo de la sección de latín. Sin embargo, dice que sus aliados evitaron que tuviera que regresar a su parroquia natal de Benevento y consiguió un puesto en la Biblioteca Vaticana, donde se convirtió en secretario del poderoso cardenal francés Jean-Louis Tauran.

Hicieron buenas migas, con sus conversaciones sobre su amor por la literatura francesa y comparando el peinado de una mujer de la nobleza con una sopera. Lepore editó un estudio teológico sobre la Virgen María prologado por el entonces cardenal Joseph Ratzinger, cuyo latín, según él, era “bastante bueno” y que más tarde le envió una copia firmada cuando se convirtió en el papa Benedicto.

Pero los excesos de Roma erosionaron su fe. Dejó de celebrar misas, continuó saliendo en citas y empezó a sentirse “como un hipócrita”. En un caso de autosabotaje, visitó sitios del orgullo gay y vio pornografía en la computadora de su oficina. Muy pronto, las autoridades le dijeron que tendría que volver a Benevento.

“Hijo mío, has sido demasiado ingenuo”, recuerda que le dijo el difunto Tauran.

Anunció que abandonaría el sacerdocio y luego pasó cuatro años en tierras inhóspitas, como él lo describe. Tuvo que salir del clóset por partida doble con sus padres, primero por dejar el sacerdocio y luego por ser homosexual; dejaron de hablarle durante años. Se encontraba a sacerdotes que conocía en lugares de ligue y en varios baños públicos, incluido uno en un edificio propiedad del Vaticano. Dijo haber asistido a fiestas animadas por drogas en la Abadía de Montecassino, cuyos orígenes se remontan a San Benito. Ganó algo de dinero con clases particulares de latín y religión y algunos trabajos iniciales de reportero, pero se sentía perdido.

En 2013, un cardenal entregó una carta de Lepore explicando su situación al recién elegido papa Francisco. En octubre, el teléfono de Lepore sonó, y era el propio Francisco para decirle que lo admiraba por su “coherencia” y “valentía” al no llevar una doble vida y que quería ayudarlo con sus penurias económicas, según Lepore.

Sin embargo, a excepción de un sobre con 2000 euros, unos 2400 dólares, de otro cardenal (como “una cortesía”), nunca se materializó ningún trabajo. Francisco firmó sus papeles de dispensa en agosto de 2014, para retirarle el estado clerical.

Libre de la Iglesia, Lepore se lanzó al activismo por los derechos de los homosexuales. En febrero de 2019, se convirtió en el testigo estrella del bullicioso libro de Frédéric Martel “Sodoma: Poder y escándalo en el Vaticano”, donde el cálculo de Lepore de que el 80 por ciento del personal del Vaticano es gay causó un gran revuelo.

Ese mismo año, Ivan Scalfarotto, un político que ahora es subsecretario del Ministerio del Interior italiano, le habló al nuevo editor de Linkiesta de un tipo que lo sabía todo sobre el Vaticano. El editor, Christian Rocca, sintió curiosidad. Lepore le envió un artículo sobre la mala opinión del Vaticano acerca del súbito giro piadoso del líder nacionalista Matteo Salvini. Rocca se lo envió a un funcionario del Vaticano que conocía y que le aseguró que era cierto.

“Descubrí esta joya”, dijo Rocca.

El año pasado, Rocca le propuso la idea de escribir una columna diaria en latín, que admitió que no era muy buena para la optimización de los motores de búsqueda, pero parecía que podría ser divertida.

“Me parece una locura”, respondió Lepore.

Y acto seguido puso manos a la obra.

© 2021 The New York Times Company