Un movimiento católico conservador hace una drástica demostración de fuerza como parte de su enfrentamiento con Biden

El presidente Joe Biden y la primera dama Jill Biden saludan a un sacerdote tras asistir a misa en la iglesia Saint Joseph on the Brandywine en Wilmington, Delaware, el sábado 19 de junio de 2021. (Tom Brenner/The New York Times)
El presidente Joe Biden y la primera dama Jill Biden saludan a un sacerdote tras asistir a misa en la iglesia Saint Joseph on the Brandywine en Wilmington, Delaware, el sábado 19 de junio de 2021. (Tom Brenner/The New York Times)

El papa Francisco y el presidente Joe Biden, ambos liberales, son los dos católicos de más alto perfil en el mundo.

Sin embargo, en Estados Unidos, ninguno de estos hombres determina la dirección de la Iglesia católica. Ahora es un movimiento conservador el que decide cómo reafirma su poder la Iglesia católica en Estados Unidos.

Esta realidad se confirmó de manera inequívoca la semana pasada, cuando los obispos del país votaron de forma abrumadora a favor de redactar un conjunto de directrices para la eucaristía, con lo que gana terreno la presión conservadora para negarle la comunión a Biden por su apoyo al derecho al aborto.

“Los líderes tienen una obligación especial por su visibilidad pública”, dijo tras la votación el obispo Kevin Rhoades, quien dirige la diócesis de Fort Wayne-South Bend, en Indiana.

Este ha sido el ejemplo más contundente del alcance del movimiento católico conservador desde que Biden resultó electo. El contingente cobró fuerza durante el mandato de Donald Trump: tuvo desencuentros con el Vaticano, socavó la influencia de los máximos representantes del papa Francisco en Estados Unidos y polarizó aún más a los fieles católicos en el proceso. Ahora, los católicos estadounidenses se enfrentan a una guerra interna sobre uno de los rituales más sagrados de la Iglesia, la Santa Eucaristía, que representa el cuerpo y la sangre de Cristo.

Los principales aliados estadounidenses del papa Francisco, entre ellos el cardenal de Chicago Blase Cupich, el cardenal de Newark, Nueva Jersey, Joseph Tobin y el cardenal de Washington D. C. Wilton Gregory, se alinearon con la advertencia del Vaticano de no seguir adelante con el documento eucarístico, pero al final se vieron rebasados. La medida fue aprobada con un 73 por ciento de votos a favor, frente a un 24 por ciento en contra.

Ese 73 por ciento representa el impulso conservador emergente, en desacuerdo con las prioridades generales del papa Francisco en temas como la inmigración, la pobreza y el cambio climático, no solo entre los obispos sino también en las parroquias de todo el país. Aunque la Iglesia tiene una estructura jerárquica, los obispos tienen bastante autonomía en sus propias diócesis. Entre los líderes del movimiento conservador se encuentra Rhoades, quien preside el comité episcopal de doctrina.

Rhoades, quien, al igual que Biden, creció en Pensilvania, fue nombrado jefe de la diócesis de Fort Wayne-South Bend en 2010 y en el pasado tuvo un enfrentamiento público con Biden. En 2016, criticó la decisión de la Universidad de Notre Dame de honrar a Biden, vicepresidente en ese momento, debido al apoyo que manifestó al derecho al aborto y al matrimonio entre personas del mismo sexo, lo cual representaba una violación a las enseñanzas de la Iglesia. “No estoy de acuerdo con premiar por un ‘servicio destacado a la Iglesia y a la sociedad’ a alguien que no ha sido fiel a esta obligación”, dijo en aquel momento.

Los católicos de Indiana encabezan el activismo antiabortista. Han impulsado restricciones al aborto, las han defendido en los tribunales y presionaron a los funcionarios electos para que apoyaran los nombramientos del expresidente Donald Trump a la Corte Suprema. La jueza Amy Coney Barrett, la nueva jueza católica del tribunal, es egresada de la Universidad de Notre Dame, la cual está ubicada en la diócesis de Rhoades.

El giro a la derecha se produce en un momento en el que los movimientos conservadores están en auge en el cristianismo, en respuesta al creciente secularismo y el declive general del cristianismo, tanto protestante como católico. La crisis de los abusos sexuales también ha alejado a muchos feligreses de la Iglesia.

Los católicos blancos son cada vez más republicanos: alrededor de 6 de cada 10 electores católicos blancos registrados ahora son republicanos, en comparación con 4 de cada 10 en 2008, según el Centro de Investigaciones Pew. En cambio, cerca de dos tercios de los votantes católicos hispanos se han identificado como demócratas a lo largo de la última década.

El papa Francisco, el primer pontífice procedente de América Latina, ha manifestado su descontento con el creciente conservadurismo en Estados Unidos, sobre todo en enfrentamientos públicos con Trump en temas como el racismo, la inmigración y lo que significa ser un verdadero cristiano.

La conferencia episcopal, celebrada de manera virtual la semana pasada, reveló una red de bastiones eclesiásticos conservadores en todo el país, ya que un obispo tras otro se presentaron como defensores de la verdadera fe que enfrentan a menudo lo que describieron como una persecución por parte de los cristianos liberales, la sociedad secular y los medios de comunicación.

Los héroes de la derecha católica, incluidos obispos cuya ardiente oposición a los derechos de los homosexuales y la contracepción se conoce desde hace tiempo, estuvieron entre los partidarios más destacados de la declaración.

Después de la votación, el arzobispo de San Francisco, Salvatore Cordileone, instó a los católicos a “recordar a los mártires eucarísticos que murieron para proteger de la profanación al Santísimo Sacramento”.

El arzobispo de Kansas City, Kansas, Joseph Naumann, a cargo del Comité de Actividades Pro-Vida de los obispos, criticó a los funcionarios públicos que “hacen alarde de su catolicismo”, pero cuyas políticas son opuestas a la Iglesia.

“Estamos en una nueva etapa del movimiento provida”, dijo a los obispos. “Los que defienden el aborto ya no hablan de él como una elección; hablan de él como un derecho”.

Los clérigos decidieron aprobar un plan para redactar una declaración que podría utilizarse como justificación teológica para negar la comunión a Biden y a los políticos católicos que, como él, apoyen el derecho al aborto.

Los cristianos reciben la comunión en memorial del sacrificio realizado por Jesús en su muerte. Para los católicos, el ritual es un sacramento y la parte central de la misa. La enseñanza católica indica que el pan y el vino se transforman literalmente en el cuerpo y la sangre de Cristo durante la misa. Negar la eucaristía a alguien es negarle la presencia de Cristo.

Los observadores externos e incluso muchos católicos no practicantes no comprenden cuán profundo es el carácter sagrado de la eucaristía en la enseñanza y la tradición de la Iglesia, señaló Mary Hallan FioRito, abogada y comentarista católica de Chicago.

Si los hijos de FioRito violan la instrucción de la Iglesia de ayunar una hora antes de recibir la comunión, ella les dice que no la reciban. Tiene amigos que asisten a misa con frecuencia, pero que ni siquiera piden comulgar porque se casaron fuera de la Iglesia y, por lo tanto, viven en matrimonios no “válidos”. Biden debería abstenerse de recibir la comunión dada su postura sobre el aborto, comentó la abogada.

“Para los católicos, la comunión no es un símbolo”, dijo. “Es Cristo mismo”.

En Maine, Emily Holtzclaw asistió a misa el domingo por la mañana por primera vez desde el comienzo de la pandemia. Creció en una familia católica liberal y está casada con un hombre que trabaja para Planned Parenthood. Fue un consuelo y un alivio en particular volver a recibir la comunión, relató.

El voto de los obispos de la semana pasada podría conducir a una situación difícil “en la que los católicos como yo quedemos excluidos”, dijo Holtzclaw. Pero participar en el sacramento el domingo por la mañana ha reforzado su decisión de permanecer fiel a la tradición que ama.

“No dejaré que me lo quiten tan fácilmente”, sentenció.

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