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'Tengo un poco de miedo': el desastroso historial de los recuentos electorales en Florida despierta dudas entre los votantes

Los trabajadores electorales hicieron sus preparativos finales antes de que se abrieran las urnas en San Petersburgo, Florida, el lunes. (Eve Edelheit/The New York Times)
Los trabajadores electorales hicieron sus preparativos finales antes de que se abrieran las urnas en San Petersburgo, Florida, el lunes. (Eve Edelheit/The New York Times)
Los electores emitieron sus votos durante el primer día de votación anticipada en Coral Gables, Florida, el lunes. (Saul Martinez/The New York Times)
Los electores emitieron sus votos durante el primer día de votación anticipada en Coral Gables, Florida, el lunes. (Saul Martinez/The New York Times)

Los supervisores electorales aseguran que han aprendido las difíciles lecciones del recuento presidencial de 2000 y otros desastres. Pero los retos son evidentes.

MIAMI — Otros estados tienen problemas electorales. Florida no. Florida tiene debacles.

2018: tres recuentos estatales.

2016: el hackeo ruso.

2012: filas de votación que se prolongaron siete horas.

2006: máquinas de voto electrónico dañadas.

Y, por supuesto, la mayor de todas las decepciones electorales: Bush versus Gore en el año 2000.

Más de dos décadas de escándalos y fiascos han convertido a Florida en el epicentro de los chistes electorales de Estados Unidos, el estado que mantuvo al mundo al borde del asiento mientras los votos de las presidenciales se volvían a contar manualmente. La sombra de los espíritus de las elecciones pasadas en Florida parecen acechar en cada rincón.

“Siento que ya he visto esta película”, dijo este mes el juez Mark E. Walker de la Corte Federal del Distrito en Tallahassee en el veredicto de una demanda presentada luego de que el sitio web de registro de votantes del estado colapsó debido a miles de solicitudes de último momento.

Ahora el estado, como el resto del país, enfrenta la que tal vez sea su prueba más abrumadora: una elección que sucede en medio de la pandemia además de las acusaciones de fraude no sustentadas que el presidente ha propagado, así como las predicciones razonables de que la batalla legal por los resultados se extenderá mucho más allá de la noche de las elecciones.

¿Florida está lista?

Los funcionarios electorales dicen que sí. Con el caos de los años anteriores se han aprendido lecciones que prepararon al estado para procesar una multitud de boletas postales y balancear la logística del coronavirus, como la provisión de urnas seguras y desinfectante de manos para los comicios.

Pero esto es Florida, el mayor estado en disputa en la contienda presidencial y un espejo de la polarización estadounidense, donde ganar una elección por encima de un punto porcentual es considerado como una victoria arrasadora. Y aquí, para copiar a Faulkner, el pasado nunca es pasado.

La preocupación más urgente es el aumento en las boletas electorales que se espera que lleguen por correo como resultado de la pandemia y un aumento correspondiente de los sobres sin firmas o firmas que no coinciden con las que están en el archivo, las cuales podrían resultar en votos rechazados. Florida permite que los votantes “subsanen” las boletas defectuosas, pero eso requiere tiempo para que los supervisores puedan notificar el problema.

Esa vulnerabilidad es obvia. Pero otras no lo son tanto.

Un ataque de piratas informáticos rusos en al menos dos condados de Florida en 2016 nunca ha sido explicado por completo, lo que genera dudas sobre la posibilidad de que el estado pueda volver a sufrir ataques a pesar de que, según los funcionarios, se han implementado una gran cantidad de actualizaciones para proteger el sistema.

Los grupos de derechos civiles se quejan de que el liderazgo estatal republicano está creando obstáculos de último minuto para algunos votantes, incluidos aquellos que tienen la intención de usar buzones convenientes y las personas que recibieron condenas por algún delito y que recientemente recuperaron su derecho al voto.

Y la perspectiva de que los ciudadanos acudan en masa a vigilar los colegios electorales en respuesta a la retórica infundada sobre un posible fraude ha hecho que los supervisores electorales como Mark Earley, del condado de Leon, tengan que sentarse con las autoridades locales para hablar sobre la seguridad de las urnas.

“Florida tiene muy buenas leyes para la intimidación de votantes”, dijo Earley. “Me preocupa un poco más que los jefes de partido respondan al ruido. No necesitamos ayuda. Más personas con altos niveles emocionales no sirve para ayudar a un supervisor de la oficina electoral. Dejen que hagamos nuestro trabajo”.

Mucho ha cambiado en las dos décadas desde que Florida sumió al país en la incertidumbre por los resultados de una elección presidencial, según dice Earley, quien ya estaba trabajando en la oficina cuando un complicado recuento de boletas retrasó el resultado de la campaña presidencial del año 2000. El conteo fue disputado y llegó hasta la Corte Suprema de Estados Unidos y resultó en una victoria de George W. Bush sobre Al Gore. Incluso ahora, Florida continúa obsesionada por lo que sucedió: 537 Votes, un nuevo documental de HBO sobre el recuento se estrena esta semana.

Ya no se utilizan las máquinas de votación con tarjetas perforadas que llamaron la atención al “papel picado”, ni tampoco las infames “boletas mariposa” que causaron mucha confusión entre los votantes sobre si habían elegido al candidato de su preferencia. También se eliminaron las problemáticas máquinas de votación electrónica que las sustituyeron en algunos lugares.

La ley de Florida ahora es mucho más clara sobre cuándo se requieren recuentos y cómo realizarlos.

“No solo es debido a la falta de papel picado que no tendremos otro año 2000” dijo Earley, refiriéndose a las infames boletas perforadas de antaño. “Es porque, de hecho, tenemos buenos estatutos y reglas sobre cómo llevar a cabo un recuento”.

Sin embargo, el estado no puede hacer mucho: las elecciones de Florida no están dirigidas por una agencia estatal centralizada, señaló Christopher B. Mann, profesor asistente de ciencias políticas en Skidmore College. El estado tiene en efecto 67 operaciones electorales separadas, una en cada condado, con la orientación del secretario de estado

“No puedo pensar en otro estado pendular que tenga un sistema descentralizado como este”, dijo Mann. “Mi preocupación es que habrá condados menos preparados”.

Esas nuevas reglas estatales ya existían hace dos años durante el recuento para las elecciones al Senado, la gubernatura y el comisionado agrícola y aún así hubo fallos que retrasaron los resultados. No se anunció al ganador de la votación para gobernador sino hasta 11 días después de las elecciones. La del Senado no se completó hasta después de un agotador recuento de 12 días.

El condado Broward había diseñado una boleta confusa. El condado Palm Beach no llegó a la fecha límite para el recuento después de que el fabricante de una de las máquinas dijera que los funcionarios habían utilizado incorrectamente un clip de papel para ralentizarla. En todo el estado, los recuentos de las máquinas dieron una inexplicable suma a la que le faltaron 5000 votos.

Este año, después de una demanda, los ocho condados más grandes del estado acordaron conservar imágenes escaneadas de las boletas para contar con un rastro digital de tal forma que fuera posible verificar la suma total de votos, incluso si las boletas de algún modo se pierden. Al menos 27 condados ya conservaban registrados los escaneos de manera voluntaria.

Broward y PalmBeach tienen un nuevo liderazgo después de que el gobernador Ron DeSantis, republicano, removió del cargo a los supervisores previos tras los recuentos de 2018. Broward invirtió en un sistema de auditoría. Palm Beach actualizó sus anticuadas máquinas de votación. Ambos condados volvieron a capacitar a su personal.

“Había que cambiar el modo en que se hacían las cosas”, dijo Wendy Sartory Link, supervisora de elecciones de Palm Beach.

La infraestructura electoral de Florida también ha atravesado mejoras significativas de ciberseguridad, dicen los funcionarios, aunque han dado pocos detalles desde que Rusia “pescó” de manera subrepticia dos condados en 2016 al ganar acceso a sus listas de votantes. Las autoridades han dicho que no hay evidencia de alteración y los ciberatacantes no ingresaron a ninguna suma de votos, que se guarda en otra ubicación.

Las autoridades se han negado a identificar a los condados que fueron víctima de ciberataques. El pequeño condado Washington —ubicado en la zona noroeste del estado conocida como Florida Panhandle— fue uno de ellos, según confirmó a The New York Times una fuente con conocimiento de la investigación. Un libro publicado el mes pasado por el periodista Bob Woodward identificó el segundo condado como St. Lucie, en la Costa del Tesoro. Gertrude Walker, la veterana supervisora de elecciones de esa localidad dijo que si su condado fue hackeado hace cuatro años, las autoridades nunca se lo informaron.

Desde entonces Florida ha equipado a los condados con sensores especiales para detectar la actividad cibernética sospechosa. Los supervisores también recibieron más de 15 millones de dólares en fondos de seguridad electoral desde 2018.

Pero algunos de los problemas históricos del recuento estatal de votos comenzaron mucho antes de que el hackeo se convirtiera en una amenaza significativa y algunos equivalen a los fraudes tradicionales y la mala gestión electoral. Han abarcado toda la gama, desde la cosecha ilegal de boletas hasta los horarios restringidos de votación que causaron largas filas.

En 1997, un juez dictaminó que las elecciones de la ciudad de Miami estaban tan plagadas de fraude con boletas de voto ausente que ni siquiera ordenó que se volvieran a realizar: simplemente nombró al nuevo alcalde. Aunque en gran parte no fue su culpa, Xavier L. Suárez fue removido del cargo apenas 111 días después de convertirse en alcalde. Un comisionado del gobierno de la ciudad terminó en la cárcel.

Este año ya se han presentado dificultades.

La semana pasada, un abogado de la secretaria de estado, advirtió a los supervisores electorales que los buzones deben estar atendidos a tiempo completo , una nueva tarea inesperada que podría reducir la disponibilidad de los buzones.

También la semana pasada, la directora de la división de elecciones informó a los supervisores que el estado empezaría a identificar a los exconvictos que deben multas y tarifas de la corte para empezar el proceso de eliminarlos de los padrones electorales. No hay tiempo para eliminarlos antes del 3 de noviembre, pero los críticos lo calificaron como una medida que podría intimidar incluso a quienes claramente son elegibles para votar.

Sucedieron más problemas cuando el sitio web del registro de votantes del estado colapsó el 5 de octubre, que era la fecha límite, dejando a miles de votantes potenciales sin acceso a ejercer su derecho.

Charlotte Bernhardt, una profesora de secundaria que vive cerca de Tampa, tenía tantas ganas de votar después de regresar a Florida —antes residía en Australia— que intentó registrarse para votar en persona tres veces. En la primera ocasión, la fila era demasiado larga. En la segunda le faltó un comprobante de domicilio y en la tercera llegó demasiado tarde para la hora de cierre a las 03:00 p. m.

Volvió a intentarlo en línea pero estuvo entre las miles de personas que no pudieron registrarse para la fecha límite del 5 de octubre porque el sitio web, abrumado, colapsó; al final el estado optó por ampliar la hora límite hasta una parte el día siguiente.

El incidente hizo que Bernhardt, de 43 años, tenga recelos de la capacidad de Florida para organizar una elección.

“Tengo un poco de miedo de lo que va a pasar”, dijo. “No pueden con el registro”, agregó, ni hablar de las boletas. “Obviamente no pueden manejarlo. Jamás han sido capaces de manejarlo”.

Patricia Mazzei reportó desde Miami y Frances Robles desde Key West, Florida. Kitty Bennett colaboró con la investigación.

This article originally appeared in The New York Times.

© 2020 The New York Times Company