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México, el país en el que mueren 39 migrantes y nadie acepta la responsabilidad

Migrantes muertos en México, la tragedia que marcará el sexenio. (REUTERS/Jose Luis Gonzalez)
Migrantes muertos en México, la tragedia que marcará el sexenio. (REUTERS/Jose Luis Gonzalez)

La muerte de 39 migrantes en un albergue de Ciudad Juárez, al norte de México, ha generado un sinfín de discusiones. La irresponsabilidad del presidente Andrés Manuel López Obrador, al culpar a los migrantes de su propia muerte, pese a los videos en los que se puede ver cómo les cierran las puertas para que no puedan escapar, pone en todos los entredichos posibles el presunto humanismo con el que este gobierno se ha definido a sí mismo.

Pero la hipocresía reina por todos lados cuando se habla del tema. Y basta con echar un vistazo al mundo virtual para entender las posturas que reinan: a muchos no les importa hablar del problema real, que son 39 migrantes muertos en un albergue, sino manipular la tragedia según convenga a sus intereses. Para empezar, sí, habría que mencionar la doble cara de quienes hoy no ven responsabilidad del Estado en lo que antes no habrían dudado un segundo en proclamar como grito de guerra.

Ya se sabe que todo lo que haga este gobierno, para ellos, sus fiscales, no puede estar mal. Todo es perfecto en su mundo de felicidad. Y por eso no dicen nada ahora o buscan dos salidas: responsabilizar al Instituto Nacional de Migración, que es la salida "fácil", porque así puede tener al chivo expiatorio más accesible de todos —aunque el secretario Adán Augusto López diga que no le compete—. Como si el INM no dejara de ser parte del Estado y como si el presidente no hubiera utilizado a ese instituto durante cuatro años para contener a los migrantes y dar gusto a las peticiones de Estados Unidos.

Y por le otro lado están quienes desde el primer momento fijaron la mira justamente en eso: que por qué antes decían que todo era culpa del Estado y ahora ya no. Y a ellos les respondieron en la misma tónica: que por qué antes no dijeron nada en casos como el de la Guardería ABC y los normalistas de Ayotzinapa, en donde hubo omisiones, irresponsabilidades y participación del Estado. El juego de nunca acabar con quienes quieren ver el país siempre dividido.

Pero esas discusiones, además de prestarle al griterío sordo de las redes sociales, y volver todavía más barato el debate público en el país, hacen que lo primordial quede de lado: los migrantes. Son ellos quienes importan. Aquí el protagonista no debe ser nadie más. Porque ya se ven alarmas por todos lados: como aquellos amantes de las conspiraciones que en cada tragedia encuentran culpables ajenos y lejanos al gobierno para dar a entender que todo es una guerra sucia, orquestada, para manchar al gobierno. Como si hiciera falta con un presidente que decide repartir culpas y banalizar la tragedia migratoria que marcará su mandato.

En un mundo ideal, y se sabe que México es todo menos eso y su política es una oda al antiidealismo, el presidente había aceptado desde el principio la responsabilidad del Estado, de un Estado que él hoy encabeza y cuyas políticas migratorias han terminado en esto: en una escena trágica que pinta de cuerpo entero la tragedia y el drama de quienes huyen de la violencia y pobreza. En conferencia de prensa, Rosa Icela Rodríguez, secretaria de Seguridad, dio bandazos que evidencian todavía más la irresponsabilidad del Estado: admitió irresponsabilidades en el manejo de la situación, y que no habrá impunidad, pero también dijo que "la política migratoria es de respeto a los derechos humano, es de se sucesos como lo que acaba de suceder" —444 mil migrantes fueron detenidos en 2022 y durante todo el sexenio ha habido informes de violaciones a derechos humanos—.

Porque este país tampoco puede ser tan hipócrita. ¿Cuántas veces se han lanzado masivos insultos racistas contra los migrantes? ¿Cuántas liquidaron a López Obrador cuando siendo presidente electo manifestó que tendría una política de puertas abiertas? Al final, todos quedaron retratados de la peor forma. El presidente por mentir; sus defensores por demostrar que no tienen honor ni memoria no coherencia, y sus críticos de entonces por lavarse las manos y alzar la voz en favor de los migrantes que antes insultaron con bajeza e ignorancia.

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