Para el control de las armas que le piden a Joe Biden no basta con ser presidente y querer hacerlo

El actual presidente de Estados Unidos, Joe Biden, lleva décadas intentando legislar, sin mucha fortuna, a favor del control de las armas. (Foto: STEFANI REYNOLDS/AFP via Getty Images)
El actual presidente de Estados Unidos, Joe Biden, lleva décadas intentando legislar, sin mucha fortuna, a favor del control de las armas. (Foto: STEFANI REYNOLDS/AFP via Getty Images)

Una de las primeras reacciones tras conocerse la noticia de un nuevo tiroteo masivo en Estados Unidos –esta vez en una escuela de Texas donde han muerto al menos 21 personas, 19 de ellas, niños– ha sido la del presidente de Estados Unidos. Joe Biden publicaba un encendido tuit en el que argumentaba que “es hora de convertir este dolor en acción”. Muchas de las respuestas que ha recibido tras ese mensaje pertenecen a ciudadanos que le recuerdan que es el presidente y, como tal, tiene el poder para actuar y hacer algo. Sin embargo, como ha demostrado la batalla por el control de las armas en el país en las últimas décadas, no es tan sencillo. Ocupar el Despacho Oval no basta, aunque sí importa.

Columbine, Sandy Hook, Parkland y, ahora, Uvalde. Todos ellos nombres reconocidos en todo el mundo, no solo en Estados Unidos. Lugares donde tuvieron lugar tiroteos masivos en los que murieron adolescentes, niños y profesores. Cada vez que una tragedia de este tipo sucede, el debate sobre el control de las armas se activa entre la clase política estadounidense. Encendidos discursos a favor del control que, pasadas las semanas, se acaban diluyendo y quedando en nada. Porque, como recuerdan muchas de las informaciones publicadas en las últimas horas tras el tiroteo en Texas que ha acabado con la vida de 19 niños de Primaria, se ha avanzado poco desde que en diciembre de 2012 muriesen 28 personas, niños en su mayoría, en la conocida como masacre de Sandy Hook.

Entonces pareció que algo había cambiado y que finalmente se iba a legislar con dureza sobre las armas. No fue así. Casi una década después se ha avanzado poco en un país, como señala el propio Joe Biden, que es de los pocos donde se producen este tipo de sucesos. “¿Por qué estamos dispuestos a vivir con esta carnicería? ¿Por qué seguimos dejando que esto suceda? ¿Dónde, en el nombre de Dios, está nuestra columna vertebral para tener el coraje de enfrentarlo? Es hora de convertir este dolor en acción”, reza el tuit del presidente, uno de los grandes defensores, desde hace años, del control de las armas.

Unos meses después de lo ocurrido en Sandy Hook se llevó a cabo una votación para aumentar el control de las armas. Se requerían 60 votos a favor de 100. Solo se consiguieron 54. La mayoría de quienes votaron en contra eran republicanos, pero también hubo cuatro votos de senadores demócratas. Como resume The Washington Post en el titular de un extenso reportaje que recorre lo sucedido en los últimos años en este sentido, “de Sandy Hook a Buffalo y Uvalde: Diez años de fracaso en el control de armas”. El prestigioso diario estadounidense incide en el hecho de que “Biden ha desempeñado un papel central en los esfuerzos fallidos para promulgar una importante legislación sobre armas de fuego en medio de miles de tiroteos masivos, incluido otro esta semana en una escuela primaria de Texas”.

A día de hoy, el mayor logro del actual presidente, que cuenta con un extenso programa con medidas a tomar para regular el acceso a las armas de fuego, se dio en 1994. Entonces, siendo senador por Delaware logró la aprobación de una norma que prohibía las armas de asalto y los cartuchos de gran capacidad. Estuvo vigente hasta 2004 y la firmó Bill Clinton. En 2004, cuando tocaba renovarla y con George Bush en la Casa Blanca, no se aprobó.

Según Gun Violence Archive, desde aquel tiroteo en Sandy Hook se han registrado 3.500 tiroteos masivos más y el debate se reactiva cada vez que sucede una masacre como la del supermercado de Buffalo hace unos días o como la ocurrida esta misma semana en Texas. La discusión está siempre ahí, más o menos activa, pero no se dan pasos definitivos. Las razones son varias empezando por la Segunda Enmienda, que recoge ese derecho de los estadounidenses a poseer y portar armas. En ella se escudan sus más firmes defensores, tradicionalmente en las filas republicanas.

UVALDE, TEXAS - MAY 24: A family grieves outside of the SSGT Willie de Leon Civic Center following the mass shooting at Robb Elementary School on May 24, 2022 in Uvalde, Texas. According to reports, 19 students and 2 adults were killed, with the gunman fatally shot by law enforcement. (Photo by Brandon Bell/Getty Images)
Imágenes de dolor tras la matanza de Uvalde. Foto: Brandon Bell/Getty Images

Un derecho constitucional del que bebe toda una cultura de las armas que resulta incomprensible desde el punto de vista europeo. El fácil acceso, que se enseñe a disparar a menores, que no haya un control y una regulación más estrictas son puntos complicados de entender fuera de Estados Unidos. Pero, más allá de esa Segunda Enmienda, también existen los grupos de presión contrarios a esa regulación con la poderosa Asociación Nacional del Rifle (NRA) a la cabeza.

Para entender su poder basta con recordar lo ocurrido en 2018. Entonces, tras el tiroteo en la escuela secundaria Marjory Stoneman Douglas en Parkland, donde murieron 17 personas, George Bush parecía dispuesto a hacer algo al respecto. Llegó a reunirse con legisladores demócratas y republicanos para escucharles y se mostró contrario a la línea de la NRA. Fue solo un espejismo. Solo unas horas después recibió en el Despacho Oval, como recuerda The Washington Post, a la NRA y ahí se acabó.

Como presidente, Biden se encuentra con la oposición de los republicanos en la Cámara y en lo que va de mandato solo ha podido poner en práctica algunas medidas por la vía ejecutiva, para las que no es necesario legislar. Entre ellas, la anunciada no hace mucho de control sobre las ‘armas fantasma’. Un problema creciente en los últimos años en Estados Unidos, donde se ha disparado la presencia de este tipo de armas de fabricación casera que escapan al control de las autoridades y al rastreo por carecer de número de serie. Hace solo unos días, tras lo sucedido en un supermercado de Buffalo, el presidente declaraba que tenía “que convencer al Congreso de que deberíamos volver a lo que aprobé hace años”. Decía esto en referencia a la ley de 1994 al mismo tiempo que advertía de que aunque sabe que “va a ser muy difícil. Pero no voy a dejar de intentarlo”. Solo unos días después, la masacre de Texas ha avivado aún más el debate.

Sobre su infructuoso trabajo, Greg Jackson, el director ejecutivo del Community Justice Action Fund, reconoce a Biden que, “si bien hay mucha frustración con esta administración, y creo que es muy justa, en mi opinión, este es el mejor defensor que hemos tenido para abordar la violencia armada en la historia porque ha adoptado un enfoque más holístico e integral. No es solo reactivo a un momento, a un tiroteo o a una historia de los medios. Realmente está viendo esto como un todo”.

Hace solo unas semanas, esa frustración llegaba desde las propias filas demócratas. Como recogía Politico, el senador por Connecticut Chris Murphy hablaba en nombre de un grupo de legisladores que exigía a Biden actuar en varios frentes. Uno de ellos era el nombrar a un nuevo candidato para dirigir la Oficina de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos, porque, según señala el citado medio, “tener un director permanente de la ATF, cuyas responsabilidades laborales incluyen tomar medidas enérgicas contra las armas ilegales y traficadas”. Su primera opción, David Chipman, se encontró con una oposición del lobby de las armas encabezado por la ARN ante el que Biden llama a "plantarse". Su segundo candidato, informa USA Today, es Steven Dettelbach, exfiscal federal.

El presidente de Estados Unidos se enfrenta a la oposición republicana a la hora de legislar y sacar adelante leyes más contundentes escudándose en la Segunda Enmienda, a la presión del lobby armamentístico y, también, a la oposición ciudadana. Según recoge El País, la encuesta más reciente de Gallup recoge que solo un 52% de los ciudadanos está a favor del endurecimiento de la legislación del control de las armas. En 2018, añaden, era de un 67%.

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