Fabiana Rosales, la nueva primera dama venezolana, en el ojo del huracán

Fabiana Rosales besa a su esposo Juan Guaidó, el presidente interino de Venezuela durante una manifestación contra el lider de facto Nicolas Maduro el 2 de febrero en Caracas. (REUTERS/Andres Martinez Casares)
Fabiana Rosales besa a su esposo Juan Guaidó, el presidente interino de Venezuela durante una manifestación contra el lider de facto Nicolas Maduro el 2 de febrero en Caracas. (REUTERS/Andres Martinez Casares)

Fabiana Rosales sabe que todos la están mirando. Ya no es sólo una joven periodista dedicada a la política sino la esposa de Juan Guaidó, el diputado que despertó a la ciudadanía de su aletargamiento y en menos de un mes ha puesto en aprietos al poderoso líder de facto de Venezuela, Nicolás Maduro.

“Cuando uno está en primera plana sabes que todo puede ir en contra de ti. Todo te puede chocar a ti primero que a cualquier otra persona”, dijo Rosales en una reciente entrevista con el diario El Nacional en Caracas. Y tenía razón.

Ahora todos parecen conocer y tener una opinión sobre la fotogénica chica de 26 años que aparece en todos los telediarios del mundo junto a Guaidó, el legislador de la Asamblea Nacional de Venezuela que el 23 de enero asumió la presidencia interina y declaró a Maduro como un usurpador de la jefatura de gobierno, al ampararse en los artículos 233 y 333 de la constitución venezolana.

Las redes sociales se encienden a diario con defensas apasionadas o críticas de gente de toda la región que la ama, que la desaprueba o que espera más de ella.

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Rosales comprende que está en el ojo del huracán y no se repliega aunque sienta temor. “Cuando la gente observa, uno tiene miedo a equivocarse. Mucho más, en situaciones como la que vive Venezuela, donde hay tanta sensibilidad y la gente ha sido engañada, maltratada y burlada tantas veces”, dijo en una conversación con la publicación The Objective.

Su primer mensaje público fue bien recibido por los que desean un cambio de rumbo en Venezuela. Se trató de un video divulgado por Whatsapp, en el que Rosales habló a las mujeres de los efectivos de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana para pedirles que hablaran con sus maridos con el fin de que no reprimieran las manifestaciones del 23 de enero y para que se acogieran a la amnistía que se ha ofrecido a todos los que ayuden a restablecer el orden democrático.

Pero la luna de miel con el frenesí mediático duró poco. Su decisión de renunciar a sus aspiraciones políticas para respaldar la carrera de su marido provocó molestia de algunos grupos de mujeres profesionales, a quienes les cuesta entender que una mujer profesional con ocho años de militancia política abandone todo por amor.

“… cuando uno está con una persona que asume un cargo político, entonces te dices, quizá mi aspiración tiene que quedar un poco de lado, porque yo quiero acompañarlo y quiero que juntos construyamos algo. Y se fueron dando situaciones donde quizás yo podía salir a la palestra política, pero yo quería acompañarlo, y ser su compañía me hacía sentir satisfecha con lo que estábamos logrando, porque no era un triunfo de él solo, era un triunfo que compartíamos….. Yo veo su triunfo como el mío. Su logro político lo veo como un logro de nuestra pareja, de nuestra familia”, dijo ante las cámaras.

En una entrevista con la periodista Milagros Socorro, Rosales confesó que sigue el ejemplo de su madre y su abuela, quienes eran mujeres que trabajaban en la calle pero también eran el centro de su hogar.

Un aspecto a resaltar que rebate las posiciones de su supuesta subordinación a su marido es que no se hace llamar Fabiana Guaidó, sino que conservó su apellido de soltera. Esa decisión, completamente normal en las grandes metrópolis, es un símbolo de independencia en el contexto cultural de los pequeños pueblos andinos donde creció Fabiana.

El racismo y las luchas de clase también han salpicado a la nueva primera dama.

Lejos de lo que muchos piensan, Rosales proviene de la clase trabajadora. Su madre, Elsy Guerrero, es periodista y su padre, Carlos Rosales, era agricultor. Cuando sus estudios se lo permitían ayudaba su padre a trasladar la cosecha familiar por los 670 kilómetros que separa el estado Mérida del Mercado de Coche, uno de los centros de abastecimiento más importantes de la capital.

Rosales fue testigo de cómo la mitad del sustento familiar se quedaba en los sobornos que exigían los efectivos militares a los campesinos para permitir el paso de alimentos a la capital. Su familia también padeció en carne propia la escasez de insumos médicos cuando su padre murió en su finca en 2013 por falta de una ambulancia y medicamentos.

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Pese a eso, los partidarios del chavismo y algunos escépticos de la oposición la descalifican como “sifrinita”, localismo que significa engreída y superficial, al juzgarla por su buen manejo del lenguaje y su tez blanca.

Otro asunto que ha incomodado a los hipersensibles venezolanos fue la admiración confesa de Rosales por la ex primera dama de Estados Unidos, Michelle Obama. Sus detractores desestimaron la brillante carrera profesional de la abogada estadounidense y se centraron en criticar a Rosales por considerar ejemplar a una mujer casada con Barack Obama, a quienes consideran cómplice y colaborador del régimen chavista en los ocho años que estuvo en la Casa Blanca.

La sombra venezolana

María Marinaro, quien tiene una doble licenciatura en Economía y Ciencias Políticas en la Universidad de Rhode Island, Estados Unidos, y ha trabajado en los últimos 17 años como en desarrollo de competencias de liderazgo, consideró como “absurdas” las críticas hacia Rosales.

Yo no entiendo cómo se pueden emitir juicios de alguien que apenas se conoce en la vida pública” señaló Marinaro, quien agregó que esos señalamientos son producto del movimiento de la “sombra colectiva” contra una mujer joven.

Fabiana Rosales es una ferviente católica que fue monaguilla en su infancia. (REUTERS/Carlos Garcia Rawlins)
Fabiana Rosales es una ferviente católica que fue monaguilla en su infancia. (REUTERS/Carlos Garcia Rawlins)

La sombra es un concepto de la psicología analítica que postula que hay una parte inadmisible de nosotros mismos en lo más profundo del inconsciente y que se manifiesta en nuestro día a día en las inseguridades, temores, el egoísmo y la envidia. La sombra colectiva abarca el ámbito social y se muestra en la discriminación y la violencia entre los pueblos.

Marinaro cree que esa pulsión inconsciente genera los señalamientos hacia Rosales “porque es una persona muy visible, y la criticarán ya sea diciendo que está a la sombra de Guaidó, o porque quiere figurar”.

A su juicio, lo más sano sería preguntarnos por qué algunos insisten en hablar de ella. “En vez de hablar de ella, yo hablaría de lo absurdo de todas las críticas respecto a alguien que en realidad desconocemos”.

Trabajo en equipo

La socióloga Yanitza Márquez también desestimó las críticas hacia Rosales y consideró que su postura es justo lo que necesita Venezuela, después de “20 años de familias presidenciales disfuncionales”.

Márquez, quien tiene una maestría en Estudios del Desarrollo en la Universidad de Manchester y es profesora en Ecología Emocional en México y España, recordó la compleja relación que tuvo el fallecido líder de la Revolución Bolivariana, Hugo Chávez, con lo femenino.

Chávez viajaba y aparecía en los actos protocolares con su segunda esposa María Isabel Rodríguez en los primeros años de su mandato, pero tras su divorcio en 2004 mantuvo discreción sobre vida privada al punto de mantener en secreto al menos una hija que tuvo con su última compañera sentimental. También hizo varias declaraciones públicas con manifiestas expresiones de misoginia.

Márquez señaló que el caso de la esposa de Maduro, Cilia Flores, es muy particular porque no suele hacer declaraciones públicas aunque posee un gran peso en la toma de decisiones de gobierno. “Es casi muda”.

“En contraste, esta chica (Rosales) representa a la juventud del país, con una familia que busca futuro, es una profesional que sabe que ahora lo más importante es apoyar a su esposo”.

Sobre este aspecto Márquez insiste que la posición de Rosales no es una de sumisión, sino de trabajo en equipo. “Cuando uno trabaja en equipo, el liderazgo a veces lo lleva un miembro. Eso no le quita ningún mérito a Fabiana Rosales porque ella está trabajando para el equipo. Eso pudiera modelarnos a todos a trabajar en equipo y aprender a respetar al que lleva la autoridad en un momento determinado”.

La científica social expresó que Rosales tiene clara su meta a largo plazo. “Creo que en este momento de lo que se trata es de unidad de propósito, unidad de visión, unidad de acción. Y si ellos pueden hacerlo, todos los venezolanos también podemos”.