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Un escritor brasileño no imaginó que su tuit, una sencilla sátira, generaría una lluvia de demandas y amenazas de muerte.... de pastores evangélicos

J.P. Cuenca, novelista y periodista, en su hogar en Sao Paulo, Brasil, el 21 de noviembre de 2020. (Victor Moriyama/The New York Times)
J.P. Cuenca, novelista y periodista, en su hogar en Sao Paulo, Brasil, el 21 de noviembre de 2020. (Victor Moriyama/The New York Times)

RÍO DE JANEIRO — El punzante tuit fue una ocurrencia de lo más natural para el novelista y periodista brasileño J.P. Cuenca, quien llevaba varios meses en cuarentena y estaba sumido en la rutina de ver sin parar noticias lúgubres en sus redes sociales.

Una tarde de junio, leyó un artículo sobre los millones de dólares que el gobierno del presidente Jair Bolsonaro había gastado en anuncios transmitidos por estaciones de radio y televisión propiedad de sus aliados cristianos evangélicos, en particular la Iglesia Universal del Reino de Dios, una denominación protestante que ha ayudado a impulsar el giro político de Brasil hacia la derecha.

“Los brasileños nunca serán libres hasta que el último Bolsonaro sea estrangulado con las entrañas del último pastor de la Iglesia Universal”, escribió Cuenca en Twitter, en alusión a una frase del siglo XVIII citada con mucha frecuencia en relación con el destino de reyes y sacerdotes.

Dejó a un lado su teléfono, preparó café y siguió con su rutina diaria, sin siquiera sospechar que esas palabras pronto le costarían su trabajo con una agencia de noticias alemana, provocarían una avalancha de amenazas de muerte y darían pie a una infinidad de procedimientos legales. Por lo menos 130 pastores de la Iglesia Universal, que argumentan haber sufrido una “lesión moral”, lo demandaron ante tribunales ubicados en puntos distantes de ese inmenso país.

J.P. Cuenca, novelista y periodista, en su hogar en Sao Paulo, Brasil, el 21 de noviembre de 2020. (Victor Moriyama/The New York Times)
J.P. Cuenca, novelista y periodista, en su hogar en Sao Paulo, Brasil, el 21 de noviembre de 2020. (Victor Moriyama/The New York Times)

Cuenca es una de las víctimas más recientes de un tipo de cruzada legal emprendida por pastores y políticos contra periodistas y críticos en Brasil, una nación tremendamente polarizada. En respuesta a cada una de estas demandas, el demandado o su representante legal deben presentarse en persona ante el tribunal correspondiente, lo que implica traslados disparatados por todo el país.

“Su estrategia es demandarme en distintas regiones del país para que tenga que trasladarme a todos los rincones de Brasil, un país que es del tamaño de un continente”, explicó. “Quieren atemorizar a cualquier voz crítica en el futuro y arruinar mis finanzas o volverme loco. Es Kafka en los trópicos”.

Algunos defensores de la libertad de prensa afirman que, si bien el número de demandas presentadas contra Cuenca es inusual, el tipo de campaña que enfrenta ya no es ninguna novedad.

Leticia Kleim, experta legal de la Asociación Brasileña de Periodismo Investigativo, señaló: “Hemos visto al sistema de justicia transformarse en una vía de censura para obstaculizar el trabajo de los periodistas”.

Comentó que el número de demandas promovidas contra periodistas y agencias de noticias con el objetivo de eliminar contenido o solicitar el pago de daños y perjuicios por cobertura con un ángulo crítico ha aumentado notoriamente durante la presidencia de Bolsonaro, quien en muchas ocasiones ha reprendido e insultado a los periodistas.

“La retórica estigmatizadora ha incentivado esta práctica”, aseveró. “Los políticos identifican a los periodistas como sus enemigos, y sus simpatizantes adoptan la misma postura”.

Cuenca dijo que su tuit no le había parecido especialmente ofensivo dado el estado del discurso político en Brasil.

Después de todo, al frente del país se encuentra un presidente que apoya la tortura, en una ocasión le dijo a una legisladora que no valía la pena violarla porque era demasiado fea, y en otra comentó que prefería que su hijo muriera en un accidente a que fuera homosexual. Además, en 2018 se presentaron cargos penales en su contra por incitar odio contra personas negras, mujeres e indígenas.

Este mismo año, Bolsonaro rompió en cólera con dos periodistas que le hicieron preguntas sobre un caso de corrupción en el que estaba involucrado uno de sus hijos. A uno de ellos le dijo que tenía una “terrible cara de homosexual” y al otro le dijo que tenía ganas de reventarle la boca a golpes.

Cuenca consideró que su crítica hacía referencia a estándares de comportamiento moral similares. Dijo que ve con desdén a la Iglesia Universal, que se ha convertido en un monstruo trasnacional desde su fundación en los años setenta, pues cree que contribuyó a llevar a Bolsonaro a la presidencia, lo que ha propiciado la destrucción ecológica, el mal manejo de la pandemia de coronavirus y el caos institucional.

“Estaba de lo más aburrido y distraído, en procrastinación y molesto por la política”, indicó Cuenca. “Lo que escribí fue una sátira”.

La primera señal de problemas fue una avalancha de ataques en sus cuentas de redes sociales. Después, la editora de la emisora alemana pública Deutsche Welle, donde escribía una columna regular, le envió un correo electrónico de una sola línea. “¿Cuenca, de verdad escribiste ese tuit?”, preguntó.

Cuenca ofreció escribir una columna para explicar la historia de esa frase, versiones de la cual se han atribuido al sacerdote francés Jean Meslier, a Denis Diderot y François-Marie Voltaire, y dar ejemplos de intelectuales de la era moderna que han empleado variantes de esa línea para hacer comentarios sobre los problemas de Brasil.

Por desgracia, la editora calificó el tuit de “abominable” y le dijo a Cuenca que habían cancelado su columna. Deutsche Welle emitió un comunicado para explicar su decisión, en el que enfatizó su repudio por “cualquier tipo de discurso de odio o incitación a la violencia”.

Cuenca buscó su nombre en una base de datos de casos legales y encontró decenas de demandas impresionantemente similares interpuestas por pastores de la Iglesia Universal, en las que exigían el resarcimiento de daños y perjuicios por la angustia que el tuit les causó. Las demandas se presentaron conforme a un mecanismo legal que exige que el demandado o su representante legal comparezcan en persona para presentar su defensa.

Los casos de algunos pastores han llegado a manos de jueces abiertos a este argumento, incluso uno que ordenó que Cuenca borrara su cuenta de Twitter como parte de las acciones de reparación. Sin embargo, otro juez decidió que la acción legal no tenía fundamento y en su resolución señaló que se puede calificar “casi como un abuso del proceso legal”.

En una declaración, la Iglesia Universal aclaró que no había tenido ninguna injerencia en el torrente de demandas. “La Constitución de Brasil les garantiza a todos sus ciudadanos, incluidos los pastores evangélicos, el derecho de buscar justicia”, subrayó la iglesia. “Si una persona siente que la han ofendido o le han faltado al respeto puede solicitar algún tipo de desagravio ante los tribunales, y estos deben decidir quién tiene la razón”.

El comunicado hizo notar que el derecho a la libertad de expresión en Brasil “no es absoluto” y que no se puede utilizar la sátira como pretexto para el prejuicio religioso. “Debemos recordar que la afirmación del escritor João Paulo Cuenca provocó indignación entre muchos cristianos en las redes sociales”.

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Taís Gasparian, abogada de São Paulo que ha defendido a varias personas víctimas de series similares de juicios simultáneos casi idénticos, dijo que demandantes como la Iglesia Universal abusan de un mecanismo legal creado en los años noventa con la intención de que el sistema de justicia fuera accesible y asequible para el ciudadano común y corriente.

El tipo de acción promovida en contra de Cuenca no exige que el demandante contrate a un abogado, pero si el demandado no comparece en persona, o envía a un abogado en su representación, por lo regular pierde por defecto. Algunos pastores de la Iglesia Universal iniciaron una oleada similar de juicios en contra de la periodista Elvira Lobato después de la publicación, en diciembre de 2007, de un artículo en el que documentaba vínculos entre la iglesia y empresas con oficinas en paraísos fiscales.

Paulo José Avelino da Silva, uno de los pastores que demandaron a Cuenca, dijo que decidió presentar la demanda por su propia iniciativa porque el tuit lo ofendió.

“Como brasileño, me hizo sentir excluido de mi propio país”, explicó el pastor, quien vive en Maragogi, un pueblo costero del estado de Alagoas, en la región noreste del país. “Si se hubiera retractado de lo que escribió, no lo habría demandado”.

Cuenca dijo que espera que esta difícil experiencia conduzca a cambios en el sistema de justicia que eviten bombardeos legales similares. Además, quizá todo esto se convierta en el tema de su próximo proyecto creativo.

“Pienso hacer una película”, dijo. Planea viajar a pueblos remotos para conocer a los pastores que lo demandaron y ver qué pasa si solo se sientan a hablar e intercambian puntos de vista de buena fe. “Me gustaría hablar con ellos y descubrir qué tenemos en común”.

This article originally appeared in The New York Times.

© 2020 The New York Times Company