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Del desespero a la moderación: Trump modula el final de su campaña

Llama idiotas a Fauci y sus colegas, le ruega a las mujeres que gusten de él, se mofa de la edad de Biden, pero en el último debate baja el tono, condena la carrera política del Vicepresidente -como dictaba la línea de su campaña- y habla de sus logros. Faltan 10 días para las elecciones presidenciales.

TOPSHOT - US President Donald Trump dances at the end of a campaign rally at Pensacola International Airport in Pensacola, Florida on October 23, 2020. (Photo by MANDEL NGAN / AFP) (Photo by MANDEL NGAN/AFP via Getty Images)

Trump tenía semanas anunciándolo, hasta que lo soltó: denuncia que Hunter Biden, el hijo del candidato demócrata, usó su relación familiar cuando su padre era Vicepresidente, para beneficiarse de créditos blandos en Ucrania. La acusación ha ocasionado ruido y sería poco serio desestimarla. Ya el Washington Post ha recomendado que se investigue en el Senado, y por otra parte, ex directores de inteligencias mencionan que la trama está montada con participación de Irán y Rusia.

Pero la acusación tiene un alcance limitado. Por una parte, no se trata de Joe Biden como tal, aunque ensuciara su moral familiar. Y en segundo lugar, pronto ha salido un escándalo de vuelta que muestra a Rudy Giuliani, ex alcalde de NY y abogado personal de Donald Trump, acostándose en una cama con una falsa periodista de Europa del Este, que en realidad estaba siendo grabada por las cámaras de Borat, para una producción de Amazon Studios.

Asimismo, salieron a flote las cuentas bancarias y los impuestos que Trump paga en China, que están muy por encima de lo que ha pagado en Estados Unidos. El Presidente se ha defendido diciendo que esas transacciones fueron anteriores a su mandato.

La última oportunidad

En el debate, Trump afirmó numerosas sentencias "engañosas", como dicen los factcheckers, aunque Biden no fue lo suficientemente rápido y agudo para desmontarlas todas en el acto. Daniel Dale, el periodista jefe de la verificación de noticias de CNN afirmó que el "bombardeo de deshonestidades" por parte de Trump era tan fuerte, que durante el debate no sabía por cuál de las mentiras empezar a chequear en el momento.

Hasta ahí, el guión continuaba igual. Con un Trump desatado en sus acentos. Con ataques más tenebrosos y agresivos, con ruegos repetidos en sus mítines: "mujeres, por favor, gusten de mí", al ver que su popularidad entre las damas cayó tanto.

Pero en la noche del debate pareció escuchar por fin lo que sus nuevos asesores le proponen desde julio: mostrar resultados, devolver el referendo a la carrera administrativa de Biden y bajarle el tono a la virulencia, para recuperar el voto conservador.

Trump no ha podido avanzar en las encuestas a pesar del esfuerzo en sobremarcha que ha hecho viajando, tuiteando, interviniendo en encuentros, incluso padeciendo el virus. Básicamente porque ha seguido haciendo lo mismo: hablar sobre sí y sobre su administración, tan cuestionada; llenar sus discursos con verdades difícilmente comprobables (que no importa entre sus adeptos, pero que no alcanza con ellos) y atacando a sus rivales como si se tratara de enemigos y no de adversarios.

Debe ser por eso que el Presidente ha incursionado en otra línea de acción. El debate del jueves, mucho más ponderado que el primero, entre otras cosas por la magnífica moderación de Kristen Welker, representaba su última gran oportunidad.

Y aunque la historia muestra que los debates poco cambian de opinión a los electores, ésta es una elección volátil, y así como el primer encuentro dañó considerablemente al Presidente, no puede descartarse que éste le haya favorecido.

Biden, en cambio, toma descansos. El curso de los acontecimientos es exactamente el que le conviene, y su campaña prefiere no transformarlo demasiado. En Florida, por ejemplo, donde Bloomberg decidió invertir 100 millones de dólares para ayudar al lado demócrata, Biden está por primera vez arriba, con más de dos puntos porcentuales de ventaja (aún cabe dentro del margen de error).

En el debate, Biden perdió algunas oportunidades, y ante los ataques, sus sonrisas ensayadas no tuvieron ningún impacto. Juega a que todo siga como está. Tampoco parece con la energía para que sea distinto. Luce lógico, aunque nada seguro.

Festejan los asesores

Para el momento en que se escribe esta nota, algunas fuentes calculan que han votado ya hasta 50 millones de personas por anticipado, un número sin precedentes y ya mayor a la totalidad de los votos tempranos del 2016, motivado en parte por los cuidados que la población tiene a causa de la pandemia, y -aunque no habría manera de afirmar su incidencia- sería lógico tomar en cuenta que el Presidente ha desalentado repetidamente el voto adelantado, lo que ha hecho a sus opositores accionar a contravía. Hay estados como Texas, por ejemplo, en los que ya votó más gente anticipadamente que toda la que votó por Trump en 2016.

Pero la noche del debate nos mostró al Presidente mucho menos tomado por sus impulsos y con un discurso mucho más estratégico. Debe haber sido la mejor noche para sus colaboradores de campaña. Faltaría ver si Trump será capaz de mantener ese tono hasta las elecciones y si los escasos días que le faltan serán suficientes para recuperar todo el terreno perdido durante todos estos meses en los que ha dado tumbos, soltado boomerangs y extraviado el tino.

Las cifras del Covid, que de pronto pareciera un tema que no importa más, son otro factor que indudablemente afectan la imagen del Presidente. Los fallecidos superaron ya los 220 mil y los contagios vuelven a subir en muchos estados, sin que parezca haber un plan muy estructurado para detenerlo sino que, por el contrario, las normativas se flexibilizan cada vez más, abriéndole la puerta a la pandemia, por una parte, y desafortunadamente, por la otra, sin que eso procure mayores mejoras en la economía. Los índices muestran que por mucho que las normas se flexibilicen, la incertidumbre y la falta de consumo continúan y mantienen en ascuas tanto a corporaciones como a medianas empresas y ciudadanos.

En tanto, el mandatario hace lo que ha hecho desde las primarias republicanas en 2015: tener un lenguaje maltratador, desconocer la realidad, vender falsas verdades. Pero con más ahínco que antes. Sólo que no le está funcionando. Puede ser por eso que ha decidido seguir lo que era la propuesta de sus estrategas: hacer voltear a los electores hacia la carrera de Biden, mostrarlo como un político burócrata de pocos logros, y volverse a posicionar él como el outsider que le gusta ser.

Habrá que ver si lo logra.

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