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Aunque ya empieza el nuevo tratado comercial de América del Norte, todavía queda mucho por hacer

El presidente Donald Trump participa en una ceremonia de firmas del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá en la Casa Blanca en Washington, el 29 de enero de 2020. (Anna Moneymaker/The New York Times)
El presidente Donald Trump participa en una ceremonia de firmas del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá en la Casa Blanca en Washington, el 29 de enero de 2020. (Anna Moneymaker/The New York Times)

WASHINGTON — La nueva versión de los términos comerciales entre Estados Unidos, Canadá y México, una de las promesas del presidente Donald Trump, entró en vigor de manera oficial el miércoles. Pero, aunque el mandatario canta victoria por su relaboración del tratado comercial de América del Norte, la aplicación de sus cláusulas no parece estar cerca.

Los directivos empresariales, los funcionarios gubernamentales y los líderes sindicales de toda la región han estado batallando para cumplir con el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), un proyecto que renueva el acuerdo comercial que ha regido el comercio entre estos tres países durante más de 26 años.

El gobierno de Trump y otros partidarios consideran que este acuerdo modificado proporciona cambios muy necesarios a las reglas comerciales anteriores, los cuales incluyen mayores incentivos para fabricar productos en América del Norte, nuevos lineamientos para el comercio digital y protecciones laborales más sólidas para los trabajadores mexicanos. Además, la implementación oficial del nuevo acuerdo disipa gran parte de la incertidumbre que generó Trump para las empresas al amenazar, en repetidas ocasiones, con abandonar el acuerdo.

No obstante, muchos de los requisitos del tratado, como la ampliación de los derechos de los trabajadores o la apertura a la afluencia de la agricultura, no se han cumplido en su totalidad o todavía tienen que introducirse de manera progresiva en el transcurso de los meses y años venideros.

Industrias tan diversas como la automotriz y la agrícola siguen teniendo dificultades para entender las directrices recientes del gobierno de Estados Unidos y para certificar que sus productos cumplen con el acuerdo comercial, el cual exige que algunas industrias compren más materiales y componentes a América del Norte y proporcionen al gobierno información detallada sobre sus contratos de abastecimiento y salarios.

El acuerdo entre los tres países, al cual se llegó después de más de dos años de negociaciones, busca cambiar las normas laborales de México para garantizar que los trabajadores tengan la libertad de formar sindicatos y negociar mejores salarios. Pero esas medidas siguen circulando por el laberinto del sistema legal mexicano, bajo la amenaza de las compañías y los políticos poderosos. Los líderes sindicales estadounidenses advierten que quizás sigan trastabillando las protecciones que el acuerdo les otorga a los trabajadores, (las cuales lo convirtieron en un acuerdo comercial ejemplar para los demócratas y que fueron, en gran medida, el motivo por el que ellos lo respaldaron).

“El día de hoy, cuando entre en vigor el #T-MEC, se deben hacer muchas mejoras para cumplir sus promesas”, escribió en Twitter Richard Trumka, presidente de la Federación Estadounidense del Trabajo y Congreso de Organizaciones Industriales. “Lucharemos para garantizar que el #T-MEC no se convierta en otro #TLCAN”.

Michael Wessel, presidente de personal del Comité Asesor Laboral, órgano que aconseja al gobierno sobre asuntos comerciales, señaló que aunque gran parte de la atención de la población se había concentrado en el dramatismo de la negociación del T-MEC, “queda por delante el difícil trabajo de poner en vigor las cláusulas y garantizar que se promuevan los derechos de los trabajadores y que cambie el panorama competitivo”.

“Será una lucha diaria asegurarnos de no perder de vista e implementar los cambios que tienen que instaurarse, monitorearse y ponerse en práctica”, añadió Wessel.

El gobierno de Trump ha adoptado un enfoque enérgico al reformular y aplicar las reglas comerciales. El T-MEC, un acuerdo exhaustivo que abarca a los socios comerciales más importantes del país, hasta ahora es la mayor prueba de la capacidad de Trump para cambiar los términos del comercio global con el fin de favorecer a Estados Unidos.

Los funcionarios del gobierno afirman que están preparándose para usar el nuevo acuerdo como una forma de objetar las prácticas empresariales de Canadá y de México que afectan los intereses de Estados Unidos.

El 17 de junio, en una audiencia del Congreso, Robert E. Lighthizer, representante comercial de Estados Unidos, señaló que había presionado para que el acuerdo entrara en vigor el 1.° de julio, incluso en medio de la pandemia, y así se pudieran aplicar las nuevas reglas. En una muestra de cuán complicado podría ser el nuevo acuerdo, Lighthizer dijo que Estados Unidos estaba viendo varios asuntos “que son muy preocupantes”.

Al igual que muchos demócratas, Lighthizer ha criticado los acuerdos anteriores por permitir que las fábricas estadounidenses se vayan al extranjero y por carecer de medidas para castigar a quienes violen las reglas. Tras meses de negociaciones con Canadá, México y los demócratas en el Congreso, Lighthizer formó una coalición y propuso diversos cambios al acuerdo comercial que obtuvieron un respaldo bipartidista.

Eso incluía cambios radicales al sistema laboral mexicano, que intentarían poner fin a los sindicatos corruptos que ayudan a que muchas empresas controlen a sus trabajadores en México, y remplazarlos con sindicatos libremente organizados que puedan negociar mejores salarios y condiciones de trabajo. Eso, a su vez, beneficiaría a los trabajadores estadounidenses al otorgarles una mayor igualdad de condiciones para competir.

Lighthizer señaló la renuencia de México a aceptar productos de biotecnología de Estados Unidos —como maíz y otros cultivos genéticamente modificados— como un área en la que Estados Unidos podría entablar una demanda bajo el nuevo tratado. Las reformas laborales y el trato a las empresas estadounidenses de medios de comunicación en México también están bajo un escrutinio cada vez mayor. Lighthizer les dijo a los legisladores que su organismo tomaría medidas “oportunas y frecuentes” para prevenir las violaciones a las normas laborales del tratado, las cuales pretenden mejorar los salarios y las condiciones de trabajo, sobre todo en México.

Lighthizer también señaló que Estados Unidos, el cual obtuvo acceso al mercado de lácteos de Canadá como parte del tratado, estaba vigilando que ese sector no violara los términos del acuerdo. Además, el gobierno está considerando renovar los aranceles a las exportaciones de aluminio de Canadá.

Otra parte del T-MEC que fue primordial para obtener el respaldo de los demócratas y de los dirigentes laborales fueron sus “cláusulas de aplicación”, mismas que les brindan a los gobiernos, los sindicatos y los trabajadores la capacidad de informar sobre violaciones al tratado, y también les ofrecen mecanismos para intentar corregirlas.

Uno de estos sistemas autoriza que los países presenten demandas contra los demás con respecto a los derechos laborales o a una amplia variedad de otros asuntos. Otro sistema de acción rápida específica del sector laboral permite que los sindicatos, los trabajadores y otras entidades informen sobre violaciones laborales, lo que puede originar inspecciones en las fábricas e incluso que los productos de las empresas infractoras sean detenidos en la frontera estadounidense.

“Siempre hemos dicho que los acuerdos carecen de autoridad, y este sí la tiene”, comentó Ben Davis, director de asuntos internacionales del sindicato United Steelworkers. “Tal vez no completa, ni tan drástica como la necesitamos, pero la tiene, y todos queremos ver cómo se materializa”.

Muchas empresas que estaban trabajando para implementar los cambios requeridos por el T-MEC tuvieron que detener todo por la pandemia, señaló Richard Mojica, abogado en el área internacional de Miller & Chevalier. Las empresas también han estado tratando de procesar cientos de páginas de lineamientos detallados para la industria que el gobierno acaba de publicar en junio.

“Es todo un esfuerzo”, comentó Mojica.

Sin embargo, las compañías tendrán un periodo de gracia para adaptarse a las nuevas normas.

La Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos, que vigila las importaciones en los puertos del país, ya ha dicho que durante los próximos seis meses se concentrará en ayudar a las empresas a cumplir las reglas, en vez de castigarlas si las transgreden de manera involuntaria.

“Creo que ambas partes estarán aprendiendo durante algún tiempo”, señaló Mojica.

This article originally appeared in The New York Times.

© 2020 The New York Times Company