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La rivalidad despiadada entre Elon Musk y Jeff Bezos llega hasta la Luna

El cohete SpaceX Falcon 9 con la cápsula espacial Crew Dragon despega desde la plataforma 39A en el Centro Espacial Kennedy en Cabo Cañaveral, Florida,
El cohete SpaceX Falcon 9 con la cápsula espacial Crew Dragon despega desde la plataforma 39A en el Centro Espacial Kennedy en Cabo Cañaveral, Florida,

WASHINGTON.- En un volante repartido en el Capitolio norteamericano la semana pasada, Elon Musk, dueño de SpaceX, advertía que la legislación que se está debatiendo en estos días “implica adjudicarle a Jezz Bezos 10.000 millones de dólares de ayuda financiera de una sola fuente”, frenarían los planes lunares de la NASA y le entregarían “el liderazgo espacial a China”.

La empresa espacial de Bezos, Blue Origin, no tardó en responderle, y con dureza. “Mentira, mentira y mentira”. Con esas palabras rechazó las acusaciones de SpaceX y agregó: “¿Tanto miedo tiene Musk a competir un poco?” (Bezos es el dueño de The Washington Post)

Esos dos panfletos son apenas el último punto de tensión de una rivalidad que se viene cocinando a fuego lento desde hace mucho tiempo entre los dos hombres más ricos del mundo, los megamillonarios “barones del espacio” que vienen espadeando desde hace años para quedarse con la privatización de la exploración humana del espacio. Musk y Bezos se disputaron una plataforma de lanzamiento en el Centro Espacial Kennedy, se enfrentaron por una patente relacionada con el aterrizaje de cohetes y siguen discutiendo quién fue el primero en lograr esa hazaña.

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SpaceX de Musk y Amazon de Bezos también compiten para poner satélites en órbita desde donde enviar señal de internet a estaciones terrestres. Y ahora están en guerra por otro premio gordo: depositar en la superficie lunar a los primeros astronautas desde la última visita de una misión Apolo, en 1972.

El cohete SpaceX Falcon 9 con la cápsula espacial Crew Dragon despega desde la plataforma 39A en el Centro Espacial Kennedy en Cabo Cañaveral, Florida,
Brynn Anderson

El cohete SpaceX Falcon 9 con la cápsula espacial Crew Dragon despega desde la plataforma 39A en el Centro Espacial Kennedy en Cabo Cañaveral (Brynn Anderson/)

El mes pasado, SpaceX se alzó con un codiciado contrato de la NASA para construir una nave espacial que transportaría de ida y de vuelta a astronautas de la NASA hasta la superficie de la Luna, como parte del programa Artemis de la agencia espacial norteamericana. Fue una victoria asombrosa, que fuera de la NASA nadie habría anticipado, especialmente porque Blue Origin y su “seleccionado nacional” con Lockheed Martin, Northrop Grumman y Draper habían quedado primeros en la ronda inicial de contratos. Pero en la ronda final, donde se jugaba la primera misión a la Luna, SpaceX se impuso no solo a Blue Origin, sino también a otro ofertante, Dynetics, una contratista del área de defensa con sede en Alabama.

Casi de inmediato, ambas empresas perdedoras denunciaron juego sucio y presentaron protestas ante la Oficina de Responsabilidad del Gobierno, argumentando irregularidades en el proceso de adjudicación. Pero Blue Origin fue un paso más allá y empezó a presionar al Congreso para que declare que la NASA tendría que adjudicar dos contratos para lo que se conoce como Human Landing System (HLS).

La semana pasada, la senadora demócrata por el estado de Washington, Maria Cantwell, presidenta de la Comisión de Comercio, Ciencia y Transporte del Senado, salió en ayuda de Blue Origin al introducir ese reclamo en otro proyecto de ley, ahora conocido como Ley de Innovación y Competencia, que le exige a la NASA adjudicar un segundo contrato y que dice que el Congreso debería destinar 10 mil millones de dólares para financiar ambos proyectos.

Bezos en una nave espacial construida por su compañía Blue Origin.
Bezos en una nave espacial construida por su compañía Blue Origin.

Bezos en una nave espacial construida por su compañía Blue Origin.

La enmienda fue aprobada en Comisión y va camino a ser sometida a votación en el recinto del Senado. Para convertirse en ley, también debe pasar por la Cámara Baja, y los destinatarios aún tendrían que asignar los 10.000 millones en fondos, una cuestión sensible en medio de una pandemia. La disputa recrudeció en los últimos días, cuando el proyecto de ley fue retocado para incluir una cláusula que impide que el administrador de la NASA pueda “modificar, cancelar o rescindir el contrato de SpaceX.

Aún así, la enmienda de Cantwell muestra la creciente influencia de Bezos en la capital de la nación. Los empleados de Amazon son una de las mayores fuentes de donaciones de Cantwell durante su mandato en el Senado. Cantwell representa el estado de Washington, hogar tanto de Amazon como de Blue Origin.

En los últimos años, Blue Origin también les hizo sacar músculo a sus operadores en la capital del país. El año pasado, la empresa gastó casi dos millones de dólares para hacer lobby, más del cuádruple de los 400.000 dólares invertidos en 2015, según OpenSecrets.org. El comité de acción política de la empresa espacial de Bezos también multiplicó sus donativos, de 22.000 dólares en 2016 a 320.000 dólares en 2020.

Esa última enmienda rápidamente se convirtió en otro punto de conflicto. SpaceX fue la primera en saltar: “La enmienda de Catwell atenta contra los procesos de adjudicación del gobierno, recompensa a Jeff Bezos con 10.000 millones de dólares de una sola fuente, y sumirá al programa Artemis de la NASA en un pantano de litigios durante años”, decía el volante de SpaceX.

Blue Origin respondió el golpe con un volante de sus propios legisladores. “Elon Musk habla insistentemente del valor de la competencia, pero cuando hablamos del programa HLS de la NASA, lo quiere todo para él”, decía el panfleto. Y señalaba que Musk había demandado a la Fuerza Aérea por el derecho a competir contra United Launch Alliance por los contratos de lanzamiento del Pentágono.

Una representación artística del programa Demonstration Rocket for Agile Cislunar Operations (DRACO), que cuenta con la participación de Blue Origin para el desarrollo de la nave espacial con propulsión nuclear
Una representación artística del programa Demonstration Rocket for Agile Cislunar Operations (DRACO), que cuenta con la participación de Blue Origin para el desarrollo de la nave espacial con propulsión nuclear

Una representación artística del programa Demonstration Rocket for Agile Cislunar Operations (DRACO), que cuenta con la participación de Blue Origin para el desarrollo de la nave espacial con propulsión nuclear

La NASA dice que quería adjudicar dos contratos, pero que solo tenía fondos para uno. Inicialmente, la NASA dijo que “el presupuesto del actual periodo fiscal ni siquiera preveía la adjudicación de un contrato”. Como resultado, se le permitió a SpaceX actualizar el cronograma de pagos de su oferta de 2900 millones de dólares “para que se ajustara a las posibilidades del actual presupuesto de la NASA”.

Musk y Bezos fundaron sus empresas de exploración del espacio más o menos al mismo tiempo: Blue Origin nació en 2000, y SpaceX en 2002. Pero SpaceX se movió más velozmente y sus logros son mucho mayores. En 2008, fue la primera empresa privada en poner un cohete en órbita, y a partir de entonces se alzó con lucrativos contratos de la NASA y el Pentágono. La NASA le confía a la empresa los vuelos de carga y suministros a la Estación Espacial Internacional, y desde el año pasado SpaceX ya lanzó tres misiones con astronautas hasta el laboratorio orbital.

Los avances de Blue Origin fueron más lentos y parecieron imitar los pasos de la mascota de la empresa: una tortuga. Si bien logró volar 15 veces su vehículo espacial New Shepard y se prepara para lanzar su primera misión tripulada, el cohete no logra alcanzar la órbita, sino que apenas roza el espacio exterior, a unos 100 kilómetros de altura, y luego cae a tierra.

Bezos ha dicho que a fines de este año dejará su cargo de CEO al frente de Amazon, y muchos de la comunidad espacial, incluido Musk, expresaron su esperanza de que a partir de ese momento Bezos dedique más tiempo y atención a su empresa espacial Blue Origin.

The Washington Post

Traducción de Jaime Arrambide

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