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Cómo los ricos amenazan la lucha contra el coronavirus

El coronavirus ha provocado que se lleven a cabo medidas extremas ante una situación excepcional, sobre todo un confinamiento masivo sin precedentes. Algunos ven esta situación como una oportunidad para aprovechar estos días en familia en un lugar vacacional.

Desde que se decretó el Estado de Alarma, aquellos afortunados con segundas residencias -o terceras, o cuartas o quintas- no tardaron en hacer las maletas y dirigirse a unas vacaciones adelantadas. Y cuando hablamos de estos éxodos nos referimos en muchos casos a lugares propios de gente pudiente, como podría ser Marbella en España, Cannes en Francia o el lago Como en Italia.

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Una casa de The Hampton, un área de vacaciones muy famosa entre la clase alta de Nueva York. Foto: Getty Images.
Una casa de The Hampton, un área de vacaciones muy famosa entre la clase alta de Nueva York. Foto: Getty Images.

Donde destaca la situación especialmente es en Estados Unidos: hay un verdadero éxodo entre millonarios de Nueva York, que han provocado el adelanto de la temporada alta en los lugares de veraneo exclusivo. Una de estas zonas residenciales por excelencia es los Hamptons, donde normalmente el repunte de la demanda va de finales de mayo a principios de septiembre, pero donde actualmente ya se están pagando los precios máximos.

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Además, allí no es necesario tener casa propia. Los agentes inmobiliarios están desbordados estas fechas, a pesar de las advertencias de los gobiernos de permanecer en residencia habitual para reducir la movilidad y evitar una mayor expansión del virus. Las demandas de alquileres vacacionales han vivido una importante alza en los grupos elitistas. Es más tentador estar aislado en una enorme casa con un jardín espacioso que en un ático en el centro neoyorquino, y eso es un problema para la salud pública.

Los espacios lujosos no son la única petición de la gente de clase alta. Se suma un equipo de limpieza, grandes piscinas, pistas de tenis, y hasta profesores particulares. Así no se hace tan difícil sobrellevar el confinamiento.

En Europa se ha dado una situación parecida con numerosos hoteles que ofrecen un pack de lujo para hacer más amenos estos días de encierro. Mientras en España muchos hoteleros ofrecen sus establecimientos para que funcionen como hospitales que alivien la presión sobre los centros sanitarios, en otros lugares como Suiza, se convierten en una opción con todo tipo de lujos para pasar la cuarentena, incluyendo hasta servicio de enfermería y un test de COVID-19. Aprovechando esta situación, esta cadena de apartahoteles sofisticados, Le Bijou, ha decidido reinventar su negocio adaptándolo a las necesidades actuales y sacar así un beneficio extra.

España también ha vivido esta vía de escape al encierro masivo. En cuanto salieron los primeros rumores sobre el decreto del Estado de Alarma, muchos madrileños empezaron a ocupar sus segundas residencias en la costa o zonas de interior. Sotogrande, una lujosa y exclusiva urbanización, ha sido uno de los lugares elegidos por muchas familias para huir de las zonas de alta incidencia del coronavirus. A este club de “ricos irresponsables” que huyen a sus ostentosos retiros, también pertenece el expresidentde del Gobierno José María Aznar, que no tardó en recluirse en su chalé de Marbella.

El problema de estas escapadas

Todo suena muy bonito para aquellos que se pueden permitir este lujo de escapar, pero no todo se trata de poder leer un libro estirado en la hamaca o que los niños puedan jugar y airearse. Esta especie de temporada vacacional adelantada ha surgido de la mano de una emergencia sanitaria que plantea retos a todas las autoridades locales.

Son muchas las localidades que se encuentran en un colapso de personal y material para afrontar el desbordamiento que ha provocado el COVID-19. Las infraestructuras sanitarias son limitadas y una de las principales preocupaciones de estas autoridades es la capacidad de estas para enfrentarse a un eventual aumento de personas que podrán necesitar hospitalización en las semanas venideras.

La reacción de las personas locales se resume mayoritariamente, en una palabra: indignación. Los ayuntamientos costeros reclaman medidas para controlar este éxodo negativo. Estas visitas en otras épocas del año son bien recibidas: la economía local está alimentada por los visitantes, pero el problema está en que las zonas vacacionales suelen tener recursos sanitarios limitados, así como existencias limitadas de comida y otros productos esenciales, y ya se ha provocado el desabastecimiento en algunos comercios.

El dilema surge inevitablemente: ¿Son éticos o morales estos éxodos masivos? ¿Si tuviera la oportunidad de ir a pasar estos días en una segunda residencia más abierta y espaciosa, tendría remordimientos? Ahí entra el egoísmo y la conciencia de cada uno.

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