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Nueva York predice el presumible desastre que va a suponer el coche eléctrico para las grandes ciudades europeas

Mientras las ventas de coches eléctricos siguen en auge en Europa y los políticos aceleran la desaparición de los motores convencionales, los medios de comunicación informan de un constante bombo de insatisfacción por parte de los que realmente conducen con la energía de las baterías, que es necesario abordar para que el avance continúe. También, con las estaciones de carga en las grandes ciudades, un problema al que se enfrenta ahora la que seguramente sea la urbe más famosa del planeta.

La gobernadora de Nueva York, Kathy Huchul, anunció el jueves que el estado seguirá los pasos de California y prohibirá la venta de nuevos coches, camionetas y todoterrenos con motor de gasolina para 2035.

Coches eléctricos: el enrome problema al que se enfrentan las ciudades
Coches eléctricos: el enrome problema al que se enfrentan las ciudades (Viaframe via Getty Images)

La medida coincide con el tiempo que se ha marcado Europa para hacer exactamente lo mismo. La descarbonización del sector de la automoción es uno de los puntos más importantes que tienen encima de la mesa los gobiernos de la Unión Europea (UE). Teóricamente, se trata de reducir en un 90% las emisiones de gases de efecto invernadero en comparación con el año 1990.

Una de las medidas para lograrlo es la supresión de los propulsores de combustión interna. De aquí a 13 años, en 2035, va a estar prohibido vender furgonetas y turismos nuevos con motores térmicos.

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Nueva York tiene un gran reto para la transición de los coches del estado a los eléctricos, uno que también tiene California pero a una escala mucho menor. Aproximadamente uno de cada cinco coches matriculados en el estado se encuentra en la ciudad de Nueva York, un desierto de recarga de vehículos eléctricos en el que muy pocos propietarios disponen de una entrada privada en la que puedan instalar su propio cargador... y este es un problema que también vamos a sufrir en Europa.

Para que el Estado pueda acercarse a sus objetivos, tiene que resolver el difícil problema de cómo conseguir que los habitantes de la ciudad que aparcan en la acera consideren que la carga de los vehículos eléctricos no sólo es posible, sino conveniente.

Un cargador cada 60 kilómetros en la Unión Europea

Dentro del plan de acción contra el cambio climático, la Unión Europea contempla asignar a cada país cuotas de obligado cumplimiento de cargadores.

El proyecto de la UE busca asegurar un mínimo de infraestructuras para sostener el despliegue de vehículos de energía alternativa y conseguir así los fines medioambientales marcados. Y para ello propone dotar a los grandes ejes de transporte europeo por carretera de una red de recarga suficiente para así impulsar a gran escala el uso del vehículo eléctrico.

En concreto, la UE trata de asegurar mediante un reglamento la instalación de un poste de carga rápida cada 60 kilómetros a lo largo de las principales vías de comunicación. Un despliegue que llevaría a instalar, antes de 2030, hasta cuatro millones de puntos de conexión a la red para reabastecer de electricidad a los automóviles. Así lo anunció el comisario de justicia europeo Didier Reynders, que en la conferencia Platform for Electromobility aseguró que las cuotas de puntos de recarga para coches eléctricos serán obligatorias en los países de la UE.

¿Qué pasa con las ciudades?

En el caso español, la red actual de carga eléctrica dispone actualmente de menos de 15.000 puntos, progresa muy despacio y se encuentra a la cola de los países continentales donde Países Bajos, Alemania y Francia concentran ya el 70% de los existentes.

Atendiendo a las previsiones oficiales, en 2030 ya deberían circular en España cinco millones de vehículos eléctricos, para los que se necesitará la disponibilidad de 340.000 cargadores públicos según los cálculos de la Asociación Empresarial para el desarrollo e Impulso de la Movilidad Eléctrica (Aedive).

¿Cargaremos el coche en farolas? ¿Pondrán los ayuntamientos estaciones de carga en todas las calles? O será el conductor el responsable de cargar su batería en una 'electrolinera'? ¿Hay suficiente estructura para que todos los coches de una misma ciudad carguen a la vez de noche? El coche eléctrico va a ser obligatorio en no muchos años y nadie despeja estas dudas.

El coche eléctrico, una religión más que una ciencia

Los expertos en vehículos eléctricos de batería (BEV), a menudo resultan ser devotos casi religiosos que no quieren ver, oír o hablar nada remotamente negativo sobre los coches eléctricos. Esto encubre los problemas del mundo real en una niebla de falso optimismo. Es probable que la demanda actual, que bate récords, se agote cuando todos los primeros adeptos acomodados hayan comprado sus BEV, y si se quiere que el siguiente nivel de demanda del mundo real tenga éxito, hay que abordar estos problemas básicos.

Según Fitch Solutions, las ventas de coches eléctricos en Europa se dispararon alrededor del 72% en 2021, pero el crecimiento se ralentizará significativamente en 2022 hasta el 28,4% para un volumen anual de poco más de 3 millones.

Las ventas se ralentizarán porque muchos grandes fabricantes se están concentrando en vender el mayor número de modelos con motor de combustión interna antes del próximo endurecimiento de las emisiones de dióxido de carbono (CO) de la Unión Europea (UE) en 2025. Esta ralentización supone una buena oportunidad para que los fabricantes de automóviles y los proveedores de infraestructuras hagan balance y solucionen algunos de los problemas más evidentes para que la próxima y más importante ronda de la revolución eléctrica tenga éxito.

Los conductores de coches eléctricos se quejan sobre todo de la infraestructura de recarga, poco fiable y que hace que los viajes de larga distancia sean una pesadilla, aunque los operadores afirman habitualmente que ha mejorado milagrosamente. El precio de los vehículos hace que incluso las versiones más baratas resulten demasiado caras para la gente de ingresos medios, y el coste de las baterías no está a punto de caer en picado para igualar al del motor de combustión interna (ICE), como le gusta afirmar a la industria.

La fuerte demanda y los cuellos de botella de las materias primas están empujando los precios en la dirección contraria. Hay problemas que los fabricantes de vehículos no denuncian, como la recomendación de no cargar más del 80% de la capacidad o dejar que funcione por debajo del 20%, con la mejor política de rellenar cuando se llega al 50%. Esto, por supuesto, se burla de las afirmaciones sobre la autonomía y los datos sobre la capacidad de la batería.

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