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Tokio 2020: la selección argentina de básquetbol chocó contra España y solo puede aspirar a clasificarse a cuartos de final como mejor tercero

Ricky Rubio disputa el balón con Marcos Delia
Eric Gay

TOKIO.- Había que salir rápido del aturdimiento. Eslovenia y los 48 puntos de Luka Doncic habían provocado un shock en el debut de la selección argentina de básquetbol en Tokio 2020. Pero España volvió a fijar una vara alta, se impuso 81-71 y le asestó al equipo de Sergio Hernández la segunda derrota consecutiva en los Juegos Olímpicos. El domingo, a la 1.40 de nuestro país, la Argentina disputará su último partido del Grupo C ante Japón, a la búsqueda de clasificarse como uno de los mejores terceros.

La única ventaja que tiene la Argentina -en una situación por demás complicada- es que jugará el partido contra Japón cuando ya se conozcan todos los resultados, por lo que sabrá qué necesita hacer para conseguir el boleto. Es más: en caso de que República Checa pierda con los Estados Unidos por 13 puntos (algo probable), sólo con ganar ante Japón el equipo de Sergio Hernández conseguiría la clasificación para los cuartos de final... como mejor tercero.

España no sólo es el campeón mundial: es el mejor equipo del mundo. Su diseño tiene como objetivo ralentizar las acciones y proponer permanentemente defensivas y ofensivas de 5 contra 5. Evita el contraataque rival y exhibe un enorme trabajo táctico. Probablemente sea el equipo más “científico” de la historia, al nivel de la Generación Dorada, con jugadores inteligentes que leen las situaciones con claridad y no se desesperan en ningún momento. Tienen un plan, se ajustan a él y lo sostienen en cada jugada, durante todo el partido. Ese ADN tan fácilmente identificable terminó siendo demasiado para Argentina, que si bien se llevó el primer cuarto con un parcial de 25-20, su tarea fue aminorando: tras la primera mitad ya corría desde atrás (40-34).

Gabriel Deck pelea en el rebote con Pau Gasol
Aris Messinis


Gabriel Deck pelea en el rebote con Pau Gasol (Aris Messinis/)

La primera imagen de la Argentina en el partido fue muy positiva: arrancó muy fuerte en la presión de primera línea sobre el balón y hurgó en oportunidades para encontrar tiros rápidos. Salvo cuando Ricky Rubio se hacía de la posesión, complicaba a todo el resto de los ibéricos con la pelota en las manos y logró sacar una pequeña luz de ventaja en el marcador.

Pero ya en el segundo cuarto, España revirtió la situación, consiguió volver en defensa e imponer sus conocidos “5 contra 5”, que no dejaron de complicar al conjunto de Hernández. De todas maneras, el campeón del mundo no esperaba la propuesta inicial de la Argentina y se lo notó incómodo. Recién en el cierre del segundo lapso pareció volver a ser el equipo temible que es. Aunque por momentos mostró debilidades.

En el tercer cuarto, España amplió el marcador 61-53; la tendencia era clara. Sucede que, como es habitual, la veteranía de varios de sus jugadores se traduce en un ritmo bajo de juego, con pocas posesiones, de manera de contar con tiempo para ejecutar. Pau Gasol (41), Marc Gasol (36), Rudy Fernández (36), Sergio Rodríguez (35), Sergio Lull (33) y Víctor Claver (32) son la columna vertebral bajo la conducción de Rubio (30). Después, más jóvenes, se encolumnan complementos que dan frescura: Alex Abrines (27), Willy Hernangómez (27) y Alberto Abalde (25). Y tienen un portento físico, Usman Garuba, de apenas 19 años, hijo de nigerianos, nacido en Madrid, que tiene un desarrollo atlético y una intensidad desbordante.

El festejo de Pau Gasol frente a la impotencia de la Argentina
Eric Gay


El festejo de Pau Gasol frente a la impotencia de la Argentina (Eric Gay/)

¿Cómo se les podía ganar? Era muy complicado: había que conseguir romper esa estructura pesada del juego español y tener la pelota -fundamental no permitir rebotes ofensivos-, para poder meter transiciones veloces. Argentina necesitaba generar desequilibrios rápidos para encontrar tiros fáciles, antes de que se estableciera la defensa española. Pero el dispositivo no resultó y tampoco la eficacia en triples. Además, había que defender el juego interior; era clave anticipar posicionalmente para tener alguna chance de discutir el juego aéreo. Tampoco Campazzo pudo ganarle el duelo de bases a Rubio, siempre muy inteligente y dominador.

No hubo manera: a diferencia del primer tiempo, todo remitió en la segunda mitad a la final del Mundial de China 2019. Con Rubio en total control del partido y Argentina que transmitió una idea de equipo que se sabe inferior. Frustrado, sin encontrar la manera de quebrar al rival, ahora intentará sacar una diferencia ante Japón y aspirar de seguir con chances en el torneo.

Sobre el final, una imagen elocuente: Campazzo se rompió la camiseta después de la quinta falta, un símbolo de la frustración de este equipo.