El futbol mexicano y su insólito plan para exportar jugadores: pasar por encima de las leyes europeas

Futbol mexicano quiere enviar más jugadores a Europa. (Xavier Laine/Getty Images)
Futbol mexicano quiere enviar más jugadores a Europa. (Xavier Laine/Getty Images)

La Liga MX y el futbol mexicano en general han emprendido algunos aparentes cambios que, en realidad, únicamente son una regresión a lo que ya existía antes. Se pretende eliminar la multipropiedad y habrá una discusión a mediados de año para contemplar el regreso de los ascensos y descensos. Además se otorgará un tercer trofeo al campeón del año natural de competencia —el trofeo será oficial, pero no contará como campeonato de liga—. Pero hay una propuesta que destaca por encima de todas.

Y no precisamente por brillante, sino por inexplicable. En uno de sus cambios estructurales, el futbol mexicano pretende enviar más jugadores al futbol de Europa y su método llama la atención con apenas leerlo. "La FMF y la LIGA MX trabajarán para suscribir convenios con las mejores ligas del mundo, fomentarán que los jugadores jóvenes tomen ofertas en el extranjero. Buscarán limitar operaciones que inhiban la exportación de jugadores y colaborarán con autoridades europeas para que otorguen el pasaporte comunitario a jugadores mexicanos tras dos años después de iniciar actividades en Europa.", establecieron en su plan la Liga MX y la Federación.

El punto, que pasó un tanto desapercibido entre las otras decisiones, resulta insólito: el futbol mexicano pretende que las legislaciones de los países de la Unión Europea cambien de la nada simplemente para que más jugadores de México puedan jugar en el Viejo Continente. No se trata de un acuerdo con las ligas de cada país, que finalmente son organizaciones de índole privada, sino de requerimientos legales que deben acatar todos los trabajadores que llegan a un país de Europa.

Las ligas de Europa permiten un máximo de tres futbolistas extracomunitarios en sus planteles, pero han conseguido que muchos jugadores sudamericanos obtengan rápidamente sus pasaportes comunitarios debido a tener ascendencia europea. Por ejemplo, en Argentina hubo grandes flujos de migración italiana y española durante la Segunda Guerra Mundial y eso explica que jugadores de esa nacionalidad obtengan rápidamente su pasaporte comunitario. Por otro lado, muchos de ellos llegan a corta edad a Europa, lo que les permite adquirir la nacionalidad por residencia cuando todavía siguen siendo jóvenes.

La Ley Bosman, una semilla que sigue germinando

La revolución del tema se remonta al año 1990 con el caso de Jean-Marc Bosman, un futbolista belga que demandó a su equipo, el RFC de Lieja, porque al término de su contrato no lo querían dejar en libertad —antes los jugadores no podían negociar con un club como agentes libres cuando su vínculo contractual había concluido— y así poder fichar con el US Dunquerque de la segunda división de Francia. Entonces Bosman incluyó en su demanda también a la UEFA (Unión Europea de Futbol Asociado), a quien culpó de manejarse al margen de los derechos laborales de la Unión Europea.

Finalmente, en diciembre de 1995 el Tribunal de Justicia de la Unión Europea falló a favor de Bosman. Las repercusiones fueron inmediatas: los jugadores quedaban liberados de sus clubes una vez que el contrato terminara y podían trabajar libremente en cualquier club de la Unión Europea sin necesidad de ocupar cupo de extranjero. Hasta entonces, los clubes podían alinear apenas a tres jugadores extranjeros en campo y tener uno más en el plantel. Algo inimaginable hoy en día, cuando los planteles de los mejores equipos del mundo se asemejan a lo que sería una selección mundial.

El pasaporte comunitario europeo puede conseguirse por tres métodos: el primero, evidentemente, es haber nacido en un país miembro de la Unión —en algunos países este requisito se condiciona al estatus migratorio de los padres—. El segundo, tener ascendencia de países miembros; y finalmente, adquirir la nacionalidad del país en el que se reside. Los procesos de naturalización varían mucho en tiempo entre países y, además, entre asuntos burocráticos. Por ejemplo, Guillermo Ochoa solo pudo obtener su pasaporte comunitario (por parte de España) hasta octubre de 2019, cuando ya estaba de vuelta en México y cuando ya habían pasado dos años desde que dejó de jugar en el país ibérico —su trámite se retrasó por burocracia—.

En España Ochoa cumplió con tres años de residencia. En Francia le faltaron dos años para poder cumplir con los cinco que solicita el gobierno para otorgar el pasaporte comunitario (jugó de 2011 a 2014). Rafael Márquez tardó tres años y medio para adquirir la ciudadanía española en noviembre de 2006 y no ocupar plaza de extranjero en el Barcelona.

Mientras que Andrés Guardado demoró cinco años, pues llegó al Deportivo La Coruña en el 2007 y obtuvo el pasaporte en agosto de 2012, cuando ya jugaba en el Valencia. Como se puede ver, los plazos no son exactos y no dependen de la voluntad de los jugadores. Por eso resulta insólito que el futbol mexicano pretenda que puede pasar por encima de las legislaciones de los países de la Unión Europea o que al menos puede convencerlos simplemente para mandar más jugadores, cuando además de todo, ese no es el principal problema de exportación de jugadores.

En realidad, lo que más bloquea la salida de jugadores mexicanos a Europa son los absurdos precios que los clubes mexicanos asignan a los jugadores. No se entiende que Pachuca diga que Luis Chávez podría valer unos 30 millones de dólares cuando, por ejemplo, Alexis Mac Allister, campeón del Mundo con Argentina, se fue a Europa por 8 millones; Enzo Fernández por 14 (y ahora fue traspasado del Benfica al Chelsea por 131), y Lautaro Martínez por 21. El problema de la exportación mexicana pasa por dos cosas: los precios inflados que ponen los equipos mexicanos y, también, la comodidad que muchos jugadores encuentran aquí. Eso es lo que debería cambiarse si se quiere exportar a más jugadores, y no sugerirle a la Unión Europea que cambie sus leyes.

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