Dolor, lágrimas y desconsuelo de Japón al perder la medalla en clavados frente a México
En toda historia siempre hay dos lados. Las mexicanas Alejandra Orozco y Gabriela Agúndez brincaban de alegría al ver cómo el último clavado de la pareja de Japón significaba para ellas la entrada a la zona de medallas, porque a la vista de todos, había sido el peor de sus 5 rondas.
Minami Itahashi y Matsuri Arai no las vieron desde el fondo de la piscina del Centro Acuático de Tokio, pero debieron imaginarlo tan solo tocar el agua y saber que habían errado el único clavado que tenían prohibido fallar. Tan solo salir a flote sus rostros ya reflejaban esa desilusión. Y no era para menos.
Desde el principio de la final de la plataforma de 10 metros la pareja anfitriona había dado la sorpresa al dar batalla y colocarse por arriba de la parte media, volviéndose la parte incómoda para las mexicanas, con quienes tuvieron un mano a mano intercambiando posiciones en la tabla de resultados apenas por centésimas de puntos. Para la tercera ronda los enfrentamientos estaban claros. Mientras las chinas y las estadounidenses peleaban por el oro, el bronce estaba siendo disputado entre Japón, México y en ocasiones Canadá.
Entonces vino el fatídico salto. Minami y Matsuri no necesitaban ser perfectas, bastaba con no equivocarse y con eso quedarse con su primera medalla en clavados para Japón. Pero la cantidad de agua que brotó con su entrada a la fosa fue el primer indicio de que algo había salido mal. Los rostros de felicidad de Alejandra y Gabriela fue el segundo.
La estocada final vino con el resultado de los jueces que las mandó hasta la sexta posición. Entonces el llanto ya fue incontenible al haber quedado tan cerca de la gloria olímpica. Esa es la otra parte de la historia, la que la mayoría de las veces es opacada por la alegría de los vencedores. La que no siempre puede ser afrontada con estoicismo y se transforma en escenas conmovedoras producto de la derrota entre gran parte de esos héroes que en estos días se enfrentan en Tokio. Esto también es parte del deporte. Y es quizás por eso que después, tras pasar esos tragos amargos, las victorias saben mejor. Cuando se ha pasado por el otro lado.
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